Saltar al contenido

Montse Madridejos: “Carmen Amaya siempre fue buscando el mar”

Montse Madridejos Mora es ingeniera informática y doctora en Historia de la Música. Su tesis, una investigación sobre la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, la cruzó con una bailaora que la colocó lejos de los algoritmos y los ordenadores: Carmen Amaya. Desde entonces, Montse rastrea en subastas y archivos para hacerse con toda la documentación posible sobre ella: fotos, carteles, revistas, folletos, documentos oficiales y pasaportes. Diez años después de comenzar su investigación, ha reunido la información con un foco claro y esencial en la biografía de una persona: ¿en qué año nació Carmen Amaya? Por Lucía Ramos, periodista, Barcelona.

 

Pie de foto- Carmen Amaya y su padre, el guitarrista el Chino, a finales de los años 20 en algún bar del barrio chino de Barcelona

https://zocoflamenco.com/?s=carmen+amaya

En su última publicación, Las edades movedizas de Carmen Amaya, defiende que la bailaora nació en 1918, ¿por qué tiene tanta importancia saber el año exacto?

La verdad es que no es tan importante (risas), pero uno de los detalles que colea con muchas imprecisiones es su año de nacimiento. La importancia en general del artículo es contextualizar la vida de los gitanos y los artistas en el primer tercio del siglo XX. Gracias a haber accedido al archivo familiar gracias a Sunchy Echegaray y a Mimo Agüero [fundadora y directora del Tablao de Carmen, respectivamente], y con las horitas que he echado en los archivos, he afinado a 1918.

¿Por qué es tan difícil saber el año exacto?

Porque si la bautizaron, los archivos de las iglesias se quemaron en la guerra. Si la inscribieron en el registro civil, tampoco he encontrado ninguna entrada. La hipótesis es que probablemente no se registró porque los gitanos pasaban otras muchas fatigas como para ir al registro. Y la otra explicación es que si podían disimular las edades y en algún momento de sus azarosas vidas aprovechar eso para poder trabajar y sustentar a la familia, lo hacían.

El 2013 lo llaman ‘Año Carmen Amaya’, como centenario de su nacimiento, y no lo es. 1913 es fácil de descartar. Tenemos dos pruebas: la película La Bodega de Benito Perojo de 1929, que sale muy joven. Y el cuadro del que hablo en la publicación, que es de 1920 y se la ve muy bebé. Es imposible que tenga siete años. He hecho lo que en matemáticas se llama reducción al absurdo: no puede ser el 1913, no puede ser el 1914… pues el único que no tiene nada en contra, y sí algunas pruebas a favor, es 1918. El padrón de Barcelona de 1930, por ejemplo, que dice que nació en el 18.

¿Cómo sería una Carmen Amaya nacida en el siglo XXI?

No existiría. Carmen tenía un talento natural e indomable. Tendría que ser alguien que viviera en los márgenes de la sociedad, con muy poquitos recursos y un gran talento innato. Sería imposible una Carmen Amaya en el siglo XXI, principalmente porque ahora entraría en una academia, y le darían una beca.

Carmen se va a Argentina cuando estalló la Guerra Civil, luego a Estados Unidos, y vuelve a España consagrada, ¿qué hubiese sido de Carmen si se hubiera quedado?

No hubiera despegado tanto, no hubiera rodado en Hollywood, no se hubiera contagiado de maneras de hacer espectáculos a lo grande, como los americanos. Aprendió de una industria mucho más desarrollada, y de hecho es una de las críticas que le hacían cuando volvió: “Una mujer que parece que baila claqué, americanizada…”.

En el documental de Imprescindibles sobre Carmen Amaya dices que te gusta mucho su elegancia y saber estar, ¿qué rasgo de Carmen admiras y quisieras para ti?

Yo creo que la elegancia… probablemente Carmen Amaya siempre fue elegante, pero qué milagro es ese de ser una mujer elegante siempre y decir lo que sabía que tenía que decir en el tono que lo tenía que decir en el momento oportuno, viniendo de donde venía: las barracas del Somorrostro, sin agua corriente, quizá luz no tenían todos los días… Y luego la ves con sus trajes de Chanel, codeándose con reyes y presidentes de países. Eso para mí es un milagro. No sé si quisiera parecerme a ella porque no tengo por qué parecerme a nadie pero eso es admirable..

¿Qué línea estás investigando ahora?

Estoy un poco fuera ahora mismo. Siempre queda pendiente la historia del flamenco en Barcelona en el siglo XIX. Yo me he especializado en el primer tercio del siglo XX. Pero me gustaría conocer la historia de los teatros en el siglo XIX… es más difícil porque hay menos datos, hay menos prensa, y todavía esa historia no la ha escrito nadie. Está ahí, pero somos poquitos investigando, entonces ahí se queda.

En Barcelona tenemos el Tablao de Carmen en homenaje a Carmen Amaya, pero ¿crees que falta por parte de las instituciones públicas más cuidado y protección a una figura barcelonesa tan importante?

Yo siempre quiero más reconocimiento para Carmen Amaya, claro. Ojalá podamos hacer una exposición antológica en breve, con buen presupuesto, buen espacio y buen periodo. También estaría bien un museo, pero no soy tan ambiciosa.

¿Es verdad que aprendió a bailar con las olas?

Es cierto y se cumple cuando te paras a mirar la biografía: siempre iba buscando el mar. Es un hilo conductor de su vida. Hay fotos de ella en la Barceloneta de pequeña, quiso morir en la casa de Bagur, estaba mucho en la Costa Brava, hay fotos de algún crucerito, está en Washington y está pisando la arena del río, en Acapulco, en Marsella…  Siempre que podía hay fotos de Carmen en el mar. Es muy inspirador… si dormía en una barraca con los pies en la arena, pues la mecería la brisa del mar.

 

Diseñado por Nubemedia.