Picasso era flamenco, acaso el flamenco no es una forma de vida mas que una afición, o por lo menos, el ideal del flamenco. Nació en Málaga, en la Plaza de la Merced, posiblemente viera y escuchara, en uno de los muchos garitos que entonces existían las andanzas del bueno de Piyayo, regalando sus recreaciones de ultramar, La Trini, levantando el ánimo a los que con buen criterio no dejaban que el tiempo les pasara en balde; o Juan Breva, como un Miura del cante, clavara su mirada en el lienzo imaginario de Pablo. El viejo guitarrista ciego (1903). Instituto de Arte de Chicago.
Respirar flamenco es suspirarlo, imposible no sentirlo, más siendo un pintor deslumbrado por las formas que se escapan, que buscan su lugar sin el orden que se supone les corresponde, exactamente como el flamenco, siempre en movimiento, nunca el mismo, fuente de creación constante.
A Picasso se le imagina en la Plaza de la Merced de Málaga, donde paso su infancia, con los gitanillos del barrio de Chupa y tira, en el que sus escapadas de crio le aportaron las cosas propias de la calle, aprender a fumar, darse una pataita a compás, y todas esas cosas que en un ambiente flamenco marcan en la memoria el sello de libertad que nunca abandona. La guitarra estuvo siempre presente en su obra, en la primera fue «El viejo guitarrista», del periodo azul de 1903 ; «Los tres músicos» los pintó en la etapa cubista y «El Guitarrista», en lo que se denominó cubismo de cristal en 1965. También llevo la guitarra a la escultura en dos ocasiones y en un mismo año, llegó a firmar seis obras distintas con el titulo de guitarra. Siempre en su mente, le acompañó toda su vida, la sonanta como fuente de inspiración y como amiga fiel del flamenco.
Su visión de la guitarra y de los que la tocaban, plasmada en sus lienzos, no fue mas que un reflejo de su afición por el flamenco. Son famosos sus decorados para el Ballet Ruso, vestuario, adaptaciones de obras como «El sombrero de tres picos» y de Cuadro Flamenco.
Una vida con la trayectoria vital y pictórica de Pablo Picasso y con un bagaje tan intenso emocionalmente estuvo plagada, no podía ser de otra manera, de anécdotas, unas pueden ser ciertas y otras, según quien las cuente. Las juergas flamencas, tanto en lugares como restaurantes, fiestas privadas en casa de amigos, acabaron por bulerías, en más de una ocasión, como acaba una fiesta en la que el duende ronda.
Se tiene constancia de algunas de ellas en las que el artista sacaba a relucir su lado mas jondo, como la de un grupo de amigos malagueños que viajaron en una furgoneta para homenajearle, pintores y bohemios rendidos al arte del pintor malagueño. A su llegada pudieron comprobar que la hospitalidad del anfitrión se decantaba por amenizarlos con unos cantes del Piyayo. Siempre el flamenco como punto de encuentro. Varios días duro la fiesta en la mansión que el artista tenia en La Costa Azul, llamada La Californie.
Cuentan también que, con motivo de la presentación en el Festival de Cannes de la película «Con el Viento Solano», de 1966, dirigida por Mario Camús, entraron en el restaurante en el que cenaban Picasso, Jacqueline Roque, Rafael Aberti, Luis Miguel Dominguín y Lucia Bosé, Antonio Gades y La Polaca. Emocionado el pintor ante tan flamenca presencia y transcurrido un rato del encuentro, Antonio Gades y la Polaca improvisaron un baile, que un Picasso inspirado y emocionado esbozó en una servilleta lo que le provocó el fulgurante baile de Antonio y compañía.
En algunas de esas celebraciones estuvo presente un tocaor muy especial para Picasso: Ricardo Baliardo, más conocido como «Manitas de Plata», padre y tío de los componentes de Gipsy Kings. En 1965 fue elegido para representar al pueblo gitano en la sede de la ONU en Nueva York, donde tocó con una guitarra firmada por el pintor malagueño.
En otra de esas veladas estuvo Antonio El Bailarín, invitado a la fiesta el 80 cumpleaños del pintor. La juerga duró tres días y se celebró en Vallauris, localidad que le organizó al malagueño una corrida de toros de la que dio buena cuenta la prensa española, también la cámara de Juan Gyenes, fotógrafo que formaba parte del reducido grupo de amigos que visitaba a Picasso en la Costa Azul y que dejó fotos memorables de aquella fiesta.