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ARTE FLAMENCO Y RAZA

ARTE FLAMENCO Y RAZA

Extracto de la obra de Ricardo Molina, Misterios del Arte Flamenco. Editado por Sagitario.

Hemos establecido más de una vez la ecuación cante y raza, en el sentido de que la pureza del arte flamenco estuvo siempre en función de la pureza racial gitana. Los cantes flamencos puros (seguiriyas, tonás, bulerías, tangos, soleares) son gitanos de origen, o más correctamente gitano-andaluces, pues son patrimonio de la comunidad calé dispersa por las provincias de Sevilla y Cádiz. Ellos lo crearon y ellos los oficiaron. Pero lo que ahora queremos descubrir es como la raza, el principal factor biológico de tipo comunal, pesa sobre el flamenco. En efecto, el cante en sus manifestaciones más primitivas y típicas es un arte extraordinariamente sensible al sentimiento racial. Entre los calés, la raza fue hasta ahora, como en los judíos, un determinante biológico decisivo. “A pesar de sus andrajos – escribía Gautier-, su suciedad y su miseria, parecen tener conciencia de la pureza de su raza, virgen de toda mezcla; pues los gitanos solo se casan entre sí, y los hijos que procediesen de las uniones pasajeras serán arrojados sin piedad de la tribu” (Viaje por España, ed. Espasa Calpe, t.2º, p.88) Antiguamente se creiase que el factor racial influía de manera radical en la cultura. Hoy prospera la tesis contraria: la cultura influye en el tipo físico más que este en aquella. (Herman Herskoviys) “el hombre y sus obras” ed. Fondo de Cultura Económica, Méjico. En realidad, no existen razas puras y la influencia ambiental  es tan importante, que los judíos se parecen físicamente más a la población entre la que secularmente habitaron que a sus hermanos de raza de otras regiones. Algo parecido ocurre con los gitanos. A veces, se confunden además caracteres psico-culturales con rasgos biológicos. En consecuencia, los gitanos andaluces se comportan como andaluces, del mismo modo que un argelino o annamita se comportan parecidamente a como lo hace un francés, aunque sean de diferente raza. Las características de la conducta de los japoneses en Estados Unidos se ha observado que son a la segunda generación parecidas a las de los norteamericanos.

El caso de los gitanos es, sin embargo, excepcional y en el fondo de su adaptación late un espíritu rebelde y disconforme. A veces muestra claramente una inquietante ambivalencia, patente por ejemplo en el doble ritual de sus bodas.

A pesar de los cinco siglos de hispanidad, los gitanos muy sensibles al regionalismo y al localismo (cada cual es fervoroso enamorado de su ciudad natal, con la que se siente profundamente compenetrado) mantienen vivo su etnocentrismo tradicional. El gitanismo, escribía Borrow, no se ha extinguido, solo se ha modificado, ahora bien, acaso como en toda actitud etnocentrica, se oculte un deseo de velar flaquezas de la contextura física, según opina Rof Carballo. Al mantenimiento de la conciencia racial han contribuido muchas causas de distinto orden: culturales, sociales, económicas, religiosas, etc. El resultado fue la creación, desde el siglo quince, de una doble muralla racial, pues el mismo escrúpulo a los enlaces mixtos existe por parte gitana que por la parte española. En la actualidad se está superando el obstáculo, si bien muy en forma tímida y lentamente.

Así la boda, preceptuada con riguroso espíritu endogámico, constituye una <conciencia racial renovada>. Es un lazo que revive esa conciencia y, frecuentemente, causa de explosivo acercamiento de individuos y familias distantes que habitan diferentes localidades. Tres hechos biológicos fundamentales presentan esa virtud de acercamiento en la comunidad gitana: nacimiento, boda y muerte.

Un cante, la alboreá, complementa el esotérico ritual de la boda, de cuya significación social y religiosa hablaremos en otro lugar. La gravitación de la raza sobre la alboreá es de sobra conocida. Su identificación al gitano y su valor etnocentrico se patentiza en el tabú que la protege. Los no gitanos no deben oírla, como no deben presenciar ni participar  en la orgiástica liturgia nupcial. Por eso, el gitano cree que la alboreá, cantada fuera de su ambiente propio, es nefasta y acarrea toda suerte de calamidades tanto al que la interpreta como al que la escucha.

No solo es la alboreá quien expresa el etnocentrismo gitano. En casi todos los cantes flamencos abundan  testimonios, consistentes en coplas donde gárrulamente se ostenta el gitanismo.

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