Casa Patas, que cumple estos días su 30 aniversario, nació con una idea que estaba en el aire. Toda una generación de artistas, intelectuales, periodistas y modernos de la noche madrileña gustosos del arte flamenco vieron la necesidad de escuchar flamenco en una sala más informal, más acorde con los nuevos tiempos. Nos lo cuenta Daniela Kiltin, artista y comisaria de exposiciones neoyorquina que en la década de los 80 llegó a Madrid y en una de esas tertulias que se formaban en la taberna Casa Patas sugirió una nueva concepción de disfrutar del flamenco fuera del tablao tradicional. Por allí andaba Rufo y también Antonio Benamargo que convencieron al fundador Enrique Guerrero para programar flamenco, convirtiendo Casa Patas en una nueva sala donde escuchar flamenco, y al que acudían flamencos, integrantes de la movida madrileña y artistas que venían a Madrid atraídos por la eclosión artística.
Martín Guerrero, su director actual, cree que se dio una conjunción de circunstancias sociales y artísticas: “creatividad, libertad, liberación, buscar diferentes aliados en la cultura no oficial. Abrir caminos nuevos, experimentar… además, muchos artistas flamencos estaban trabajando en Madrid… Así, se fue popularizando el flamenco hacia un público que poco tiempo atrás, tenía este arte estigmatizado, como si fuera un reclamo turístico de poca calidad”.
Casa Patas sigue siendo hoy una sala puntera de programación flamenca donde se cambia cada semana de espectáculo y cuadro flamenco. Además, desde su Fundación, en la Sala García Lorca, se combinan ciclos de las más veneradas sagas flamencas, con otras de jóvenes flamencos, figuras consagradas del cante, baile y toque, donde escuchar y ver a los grandes en un lugar recogido que recuerda a las antiguas reuniones de cabales.