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Antonio Benamargo

Antonio Benamargo, programador y referente del flamenco

Antonio Benamargo, actual director del Festival Suma Flamenca, de Madrid, que se celebrara en diciembre si la pandemia lo permite, es malagueño de nacimiento y madrileño de adopción, y uno de los programadores de flamenco más emblemáticos de España.Tiene una antena especial para detectar el arte allí donde se da. Antes de encontrarse con el flamenco vivió la música de rock, reggae, son cubano y de Brasil, por las calles de un Madrid en ebullición y con los oídos abiertos a todo lo que sonaba en las emisoras más cañeras de entonces. A partir de los setenta comenzó a escuchar el cante jondo en la forma gitana, en el Teatro Monumental –programado por El Loco de la Colina-, y la sangre se le aflamencó para siempre.
¿Cómo te iniciaste en esta aventura de organizar conciertos?
Todo empieza con mis colaboraciones en las radios libres que surgieron
en Madrid, y comencé haciendo un programa de Flamenco en Radio
Luna que se emitía en la sede de la CNT en Madrid. A la vez comencé a
colaborar en la peña Luis Marín, un cantaor al que mataron los
ultra derechistas Guerrilleros de Cristo Rey, y aquí aprendí lo que no hay
que hacer en el flamenco a la hora de organizar.
¿Qué es lo que no hay que hacer?
Las peñas en teoría son necesarias y aportan conocimiento al
flamenco. Pero entre los aficionados que se juntan siempre surge
gente que quiere saber más que nadie o sabe de todo. Se ponen
demasiadas condiciones a los artistas y a los artistas tienes que dejarlos
desarrollar sus inquietudes, mimarlos. Quizás debería haber más
juventud en las peñas, esto les daría otro aire renovado, gente nueva
con nuevo empuje y nuevos gustos…
¿Tú fuiste cantaor, verdad?
Fui cantaor aficionado… Canté hasta que comencé a organizar eventos y
producir. Fui escuchando cada vez a más artistas y llegué a la conclusión de
que para ser alguien en esto del cante tienes que empezar muy temprano
y llevar una continuidad, no te puedes dedicar al cante plenamente si no
pones todo lo que tienes en ello. Enrique Morente, Carmen Linares y

personas del entorno me animaban pero por entonces trabajaba en un

banco, aunque ya estaba metiendo el pie en el flamenco… poco a poco la
vida me llevó a organizar más que a actuar.
¿Qué fue lo primero que organizaste?
El primer ciclo de flamenco que programé fue en el centro Alberto Sánchez
en Vallecas en 1987. Salió muy bien y al año, en el 88, surgió la
colaboración con Casa Patas. Conocí a Danielle Eilkin, una autoridad en
arte contemporáneo y gran aficionada al cante jondo, que puso todo su
empeño en que abriera una sala para escuchar flamenco en Madrid. Unido
a la efervescencia artística flamenca de la época. Paco de Lucía, Ketama,
Morente, toda una generación de jóvenes que conectamos… Un Miguel
Candela apoyando desde su sala el cartel flamenco del Patas, y llenábamos
todas las noches. Y así nació el proyecto que hizo que pasaran por Casa
Patas todos los artistas de la primera feria, Arco, que comenzaba en
Madrid en esta época. Antonio Saura , Almodóvar,  Sade… toda esta gente.
Y todos los grandes del cante y toque, desde Chocolate, Agujetas, Chano
Lobato, Juan Habichuela, Morente, Meneses…
Fue una época muy bonita, estaba todo cambiando, incorporándonos
gente joven y con toda la explosión flamenca de los ochenta.
¿Cómo es el trato con los artistas a la hora de programar y organizar
un espectáculo, son muy exigentes?
Los artistas son lo mejor de todo el ambiente flamenco, los más
verdaderos. Algunos son más exigentes que otros pero es lo normal, el
artista tiene que pedir lo que necesita y se le debe dar. Eso es parte de mi
trabajo.
¿Qué le falta al flamenco?
Al flamenco le falta atención y divulgación. No hay una atención ni pública
ni privada a la difusión del flamenco. Hay generaciones del flamenco, más
de dos décadas, que no van a quedar grabadas debidamente para la
historia, no van a estar en los archivos de TVE. En una televisión pública
española, que no haya registro de la aportación musical del flamenco en
los últimos 20 años es una falta grave, que no se entiende.
¿Cómo es que no hay peñas en Madrid?
Hace tres años comenzó a andar un proyecto parecido a una peña, el
Círculo Flamenco de Madrid, que ha sido muy bienvenido. Por su carácter
literario y formativo es “una peña con sentido”.
Pero en Madrid no ha habido nunca muchas peñas. En Vallecas hubo en
tiempos alguna y en lugares como Vicálvaro o Fuenlabrada, pero siempre
en extrarradios. También hubo una corriente “Mairenista” pero eso se
acabó y no existió continuidad. Quizás los ayuntamientos deberían de abrir
los teatros al flamenco porque los impuestos culturales y demás requisitos
hacen que las iniciativas privadas sean inviables.
¿Muy difícil, verdad?
Sí, muy difícil. Hay dos maneras de escuchar y sentir el flamenco, en
pequeñas reuniones, espontáneas, en las que no es fácil hallarse, y otra,
organizar en un teatro para un público más general. Porque montar un
espectáculo, si te pones a sumar el alquiler del local, el famoso IVA, pagar
a los artistas, promocionarlo, y, en fin, todo lo que conlleva, es muy difícil
que se saquen todos estos “capítulos”. Es imprescindible ayuda,
subvenciones, como se hace con otras músicas, como la clásica, por
ejemplo.
Otra actividad importante es el festival Jóvenes Flamencos de Conde
Duque en Madrid ¿en donde buscas a los artistas emergentes?
Más que festival es una muestra de los jóvenes menores de 30 años. El
festival entraña competición y yo creo que el arte y la competición están
reñidos. El joven debe llegar relajado y mostrar su arte sin tensión. Mi
obligación como programador es estar pendiente de las fraguas artísticas,
escuelas de toque, peñas, viajar mucho al sur, después de tanto tiempo en
esto se conoce a mucha gente y las conexiones son muy importantes.
¿Ves que la cantera tiene filón?
La cantera nunca se agota, el flamenco está vivo, y lo mejor está por venir.
Aunque el flamenco ha cambiado mucho. La gente se ha desarraigado, ya
no se vive en pequeños círculos, ahora la información es total, la
información en internet está al alcance de todos. Pueden escuchar las
primeras grabaciones y las últimas. Esto enriquece y es muy positivo. Los
jóvenes en el proceso de madurez además de su voz tienen que aportar
inteligencia.
¿Hay mucha afición en Madrid?
Madrid es el lugar en donde hay más afición. La acción se demuestra
andando y aquí los amantes del flamenco se rascan el bolsillo. Hay
lugares en los que la gente va a la peña, a eventos gratuitos, por
supuesto, pero cuando hay que pagar esperan la crítica de otros y no
van al espectáculo. Iniciativas como la Sala García Lorca acercan un
poco más el flamenco en estado puro a unos precios asequibles. Estaría
bien que hubiera otros lugares como los tabancos, pequeños locales en
donde se diera el arte pero no se arriesga nadie a dar el paso.
¿Antes de dedicarte al mundo del flamenco viviste un Madrid en
ebullición cultural, como lo recuerdas?
Para mi las otras músicas son una vía de escape, no podría ni quiero
escuchar solamente flamenco, llevo un pasado musical con el que he
gozado mucho. Pude ver a Eric Burdon en directo en la sala Revolver, a
Golpes Bajos cuando todavía no eran “malos tiempos para la lírica”, en la
radio emitían programas musicales que todavía son referencia y muchos
grupos que marcaron el rumbo y siguen siendo punteros a pesar del
tiempo.
¿Diste un buen giro musical, entonces?
Bueno, escuché a Fernando Terremoto y la sangre se fue al lado más
sombrío del flamenco, me cambió los esquemas. Después de los
conciertos de rock, uno seguía escuchando más música y continuaba la
fiesta por otros derroteros hasta que un día, después de la primera
Cumbre Flamenca, caí en el Candela, cantó La Burra de Jerez, La Susi,
Aurora, bueno, los flamencos que por estos lugares frecuentaban, yo me
encontraba como un auténtico marciano en este ambiente, pero también
sentí lo que hay detrás del flamenco, lo que ocurre tras un concierto, que
la fiesta continúa, se reúnen amigos y todo el mundo da lo que tiene, me
encantó. Ten en cuenta que yo me vine de Málaga con diecisiete años y
encontrarme con esto fue como volver a mis raíces, descubrí mi pasado
aquí y esto me llevó a mi futura profesión, la que tengo.
¿Tienes algún proyecto entre manos que quieras comentar?
Tengo algo con guitarra pero todavía es pronto para soltar campanas,
estoy también con la gira Flamenca del Norte que comienza el 19 de enero
en Logroño, con un ciclo de siete conciertos.
¿Hay afición en el Norte, entonces?
Mucha, el público del norte siente el flamenco, es muy sincero. Es una
tierra recia y lo jondo cala en su carácter, pero claro hay que llevarlo, el
flamenco no va solo, pero cuando llega, la expectación y el saber estar de
esta afición es muy gratificante. Saben escuchar y esto en el flamenco es
fundamental. A veces en donde el flamenco está más cerca no se aprecia
tanto, por la cercanía, pero no hay que olvidar que Andalucía es la madre
del flamenco.
¿Qué lugares prefieres para llevar un espectáculo?
Me gustan todos, los de cien mil personas y los reducidos. Tomasito te
levanta un estadio, es cuestión de la persona, cada uno en su lugar.
¿Piensas que hay nuevas corrientes flamencas, fusiones y
colaboraciones de otros estilos que estén aportando algo a este
arte?
Es difícil superar la fuerza con la que llegaron los primeros grupos como los
Smash, Lole y Manuel, Pata Negra y los primeros Ketama. Después llegaron
los “flamenkitos con K”, productos comerciales que no son flamenco ni
tiene calidad musical.
En cualquier caso todas las tendencias que se están arrimando al
flamenco dejan en evidencia que el flamenco es el flamenco, lo demás lo
llamaremos de otra manera. No se pueden poner puertas al campo, pero
el flamenco no tiene vuelta de hoja.
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