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Aunque nunca subieras a un escenario

Aunque nunca subieras a un escenario

8 de Marzo, el día Internacional de la Mujer, el día de la visibilidad de esa mitad de la sociedad que sustenta con estoicismo, sensibilidad, intuición, entrega, sororidad, maternidad, renuncia y crecimiento a la otra mitad (sin menoscabo de esos hombres necesarios en esta lucha que están ahí, ¡gracias!), recuerdo a las mujeres del flamenco. No a las mujeres flamencas, sino a las mujeres del flamenco. Esas, que siendo aficionadas o no, en torno a los años 80’ pasaron a ser ‘mujeres del presidente’ de una Peña, ‘mujer del tesorero’, ‘mujer del secretario’…, y así, se fueron convirtieron en aficionadas, queriendo o no, a este arte que tiene para todos. Por Isabel R. Palop, en la foto junto a su madre Carmen por @JavierPulpo

Es al menos, lo que yo viví.

Recuerdo de pequeña a mi madre acompañando a mi padre Marcelo Rodríguez Boceta, presidente de la Peña Flamenca Cultural Ciudad de Llerena, en los Festivales de Paterna, Sevilla, Mairena, Badajoz…, él, junto al resto de socios con su ‘neverita prepará’ con el jamón cortado, el vino, las cervezas..; y  ellas, con un gasto medio, en unas 12 horas de flamenco por noche, de cerveza y media sin alcohol, sentadas en unas sillas ad hoc, envueltas en resignación y otro abrigo, éste, para el cuerpo. Ahí, impertérritas. Como aficionadas ‘dolientes’ en Festivales interminables.

Ellas, las ‘mujeres del flamenco’ son las mejores aficionadas y saben de cante ¡lo que no está escrito! Si alguien les preguntara se sorprenderían…; ellas, que no tenían que comentar entre cante y cante para demostrar la sapiencia, ni hartarse de comer y beber para aguantar horas y horas de cante hondo (que, sinceramente, si no te gusta es insufrible), son el alma de muchas Peñas Flamencas hoy en día, porque siguen sosteniendo, siguen estando.

En  este Día Internacional de la Mujer podemos salir a la calle no solo a reivindicar, sino a festejar las numerosas Peñas Flamencas que están presididas por mujeres, las innumerables socias que alimentan estos guardianes del arte, y las artistas que sabiéndoselo ya, casi todo, reivindican en las plasticidad de su propia evolución, ser ellas mismas, en este instante, en este momento. Subiéndose al escenario y conjugando instrumentos impensables hasta ahora en el flamenco, con sus voces de cobre, cariño a este arte e insultante virtuosismo. ¡Olé por vosotras!

Pero hoy, permítanme que les dedique este artículo a esas otras mujeres; las incansables, las compañeras guardianas del torrente de entusiasmo, creciente según pasaban las horas de sus maridos, las madres inagotables de protección, entretenimiento y sustento físico y espiritual de sus hijos.

Gracias a una de estas mujeres, yo escribo de flamenco. Ella, que me llevaba junto a mi padre y me entretenía a medida que las horas pasaban; me dormía con su abrigo, y me acunaba cuando ‘el duende’ se presentaba sin permiso y me despertaba el sueño. Gracias a mi madre Carmen, también, yo ya tengo publicado mi primer libro ‘Flamenco para Dummies’ (Editorial Planeta, 2020).

A ella, ‘mujer flamenca’ y a tantas otras, ¡gracias! No debía ser fácil.

 

 

 

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