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Paco de Lucía

Paco de Lucía, grande como una catedral

«Yo no pinto el ser, pinto solamente lo transitorio»,  Michael de Montaigne
Al soplo del viento se dibujan figuras en el cielo: las nubes mudan de forma y cambian o aseguran su rumbo. Así, ante una experiencia particular, las personas nos transformamos y encontramos caminos. Por  Clara Galindo, Departamento Estudios Literarios. Universidad Nacional de Colombia. Cuadro de Oswaldo Guayasamín.

Nada digno del nombre de experiencia –afirma Martin Jay– puede dejarnos donde comenzamos1, pues siempre representa un desengaño, un descubrimiento, una caída o el inicio de una búsqueda: a partir de los encuentros con realidades diferentes de la nuestra, con lo otro, nos redefinimos y reafirmamos. En ese sentido, Paco de Lucía fue como una ráfaga de viento que ha dado un vuelco al flamenco y a la vida de muchas personas en todo el mundo. Encontrarse con él, con su música y su saber, es una experiencia que conmueve hasta las lágrimas, como lo manifestó una vez Oswaldo Guayasamín, y que transforma la vida.
Cuando el pintor ecuatoriano habla sobre su experiencia de retratar a Paco, dice que este “da la impresión de una catedral” y que, al pintarlo, “el rostro le ha ido creciendo como una torre.” Concluye que “es así que es él. Y no es alto. Solamente es la cosa que está dentro de él y la capacidad musical que tiene que le hace crecer como una torre, como una catedral”.
La primera vez que escuché estas palabras y vi el retrato de Paco pintado por Guayasamín, pensé que aquello que hace crecer y crecer al guitarrista gaditano a los ojos del pintor es, justamente, la esencia del flamenco, lo que mantiene vivo este arte y lo hace auténtico. Estuve segura de ello un año después cuando escuché decir a Carmen Ledesma (quien no es la única ni la primera en afirmarlo) que “el flamenco es la verdad, la verdad de lo que tú eres”.
Conmover más allá de las lágrimas
“Paco es para mí como un padre”, “Escuché a Paco de Lucía y me quedé loco. Pensé, yo quiero tocar eso”, “Cuando Paco terminó de tocar la rondeña, quedé como en quiebra”, “se me pone la piel de gallina de solo pensarlo”, “la primera vez que escuché a Paco”, “después de ver a Paco, yo…” Paco, Paco, Paco…
En los últimos meses he tenido la oportunidad de hablar con varios guitarristas flamencos de Latinoamérica y he quedado impresionada al ver cuán determinante ha sido Paco de Lucía en la búsqueda personal de cada uno, sin importar su edad, su historia o el país donde 1 Jay, Martin. Cantos de experiencia. Trad. Gabriela Ventureira. Paidós: Buenos Aires, 2009. p. 21
nacieron. Para muchos de ellos, Paco fue la puerta de entrada al flamenco. Los demás no pueden negar su legado ni dejar de agradecerle la apertura que dio a este arte, gracias a la cual, me atrevo a afirmar, pueden dedicarse a la guitarra flamenca con la libertad expresiva con que lo hacen.
Para entender por qué, detengámonos un momento en la descripción que hace Guayasamín de su proceso creativo: el pintor manifiesta que lo primero que hace es dibujar la conformación craneal del individuo para encontrar las características esenciales de la persona, desde que nace hasta que muere. Después, dice, “viene la expresión de la carne, de la carne viva, y en este transcurso yo mismo me transformo porque, primero, es una expresión de mi parte terrible en que voy mirando el rostro y puedo ir adivinando, a través de sus gestos, desde su infancia hasta su posible muerte.”2
Según lo anterior, el pintor busca capturar primero lo esencial de la persona que está retratando para, luego, pasar a expresar lo que percibe de ella, el impacto que la carne viva genera en él. El encuentro con el otro implica necesariamente un cambio en el artista, y el retrato es un resultado de ese proceso de transformación, de la transición.
Así, la búsqueda de la fidelidad a la esencia del objeto representado y la expresión subjetiva del artista frente a la experiencia vivida son las dos partes esenciales del proceso artístico. El equilibrio entre ambas es lo que hace grande a Paco de Lucía. Trabajó constantemente para conocer y ser fiel a la esencia y las formas del flamenco, mientras buscaba una manera propia de utilizar este lenguaje. Esto último indispensable, además, para ser fiel a la esencia de este arte, si partimos del hecho de que tiene que dar cuenta de la verdad de lo que cada uno es.
Esto lo comprendió Paco a los 14 años, cuando Sabicas le dijo que un guitarrista no podía tocar la música de otros, que tenía que componer su propia música. Este fue su estandarte, su manera de vivir la música y de realizar su búsqueda: “Aquello a mí me afectó, me impactó mucho, me olvidé de todo y empecé a componer […] y fui encontrando mi estilo, mi manera de tocar, que es la manera de tocar del flamenco.” En medio de esa búsqueda fue que empezó a crecer, como una torre, como una catedral. Desde el flamenco fue expresando las transformaciones que sufría a partir de sus experiencias y encuentros con otras músicas, con otras culturas, con las distintas realidades de la existencia humana. Y su crecimiento personal ampliaba horizontes.
¿Y la música de donde tú vienes?
Cuando un guitarrista del Perú, hace unos 15 años, le preguntó a Paco qué consejo le daba para tocar la guitarra flamenca a alguien que estaba comenzando, su respuesta fue “Tienes que tocar la música de donde tú vienes”. Lo siguiente que le dijo fue: “no me copies”. 2 Transcripción literal de las palabras del artista en el video “Oswaldo Guayasamín y Paco de Lucia 1994 LA TV ECUADOR 26/02/14”. Disponible en: <https://www.youtube.com/watch?v=NNELLW0d52Y>
Podría parecer que lo que Paco le estaba diciendo al peruano es que no tocara la guitarra flamenca, porque no es la música de donde él venía. Pero, lo que en realidad estaba diciendo y que este guitarrista entendió muy claramente, era que tenía que encontrar su propia manera de decir las cosas a través de la guitarra flamenca, desde lo que él era y desde las músicas de dónde él venía. Y no, no se estaba refiriendo solamente al folclor. Paco se refería a que el flamenco exige de ti tanta sinceridad cuando lo interpretas, que te pone de frente a tus vivencias y sentimientos, a cómo te construyes culturalmente, a la música que escuchaban tus padres cuando eras pequeño, a la música que te gustaba cuando eras adolescente, a tus lecturas… Todo esto debería sonar cuando se toca la guitarra flamenca (como cuando se canta y cuando se baila), si se hace con honestidad. Esta búsqueda, por supuesto, resulta infinita. Porque cada día nos encontramos, nos apropiamos de músicas nuevas y vivimos nuevas experiencias que transforman quienes somos, por lo que debemos reconfigurarnos constantemente. La obra de arte da cuenta de este proceso que “trasciende los conceptos y hasta el lenguaje mismo” 3. “Lo que uno tocaba antes se refleja en la manera de tocar flamenco [me dijo otro guitarrista, esta vez brasilero]; Paco dice que cuando se tienen claras las bases puedes poner lo que tú quieras, porque es tu identidad.” Lo que se toca después, también se refleja en la manera de tocar flamenco. Pues, si el flamenco es la verdad de lo que tú eres, las músicas que resuenan en ti “desde tu infancia hasta tu posible muerte” se van a manifestar cuando lo interpretas.
Le conté la anécdota de Paco y el guitarrista peruano a otro guitarrista (de Uruguay) y me contestó lo siguiente:
Me dediqué 10 años exclusivamente a estudiar el flamenco porque era una cosa tan difícil de hacer en mi cultura que si me pongo a estudiar otra cosa me muero. Pero le metí, y siempre fui dándole espacio a hacer mis composiciones. Y ahí hay que dejar rienda suelta. Cuando sentí que tenía un dominio, empecé a trabajar con otros estilos de música, a experimentar, que para mí es lo más grande que hay. Yo no sabía que Paco pensaba así, pero, si ese fue el consejo que le dio, si esa era la forma en la que Paco pensaba, entonces creo que la forma más grande en la que Paco me influenció fue esa. Realmente es lo que llevo como bandera. Así ha sido, a grandes rasgos, el proceso de muchos. Las variaciones son tantas como las formas de las nubes, que son impulsadas por el soplo del viento, pero adquieren formas y colores diversos según otros factores que también las afectan e influyen en sus transformaciones. Gracias al legado de Paco (unos de manera más directa que otros), cada guitarrista que he entrevistado ha podido emprender su búsqueda y salir, agarrar la maleta y viajar sin saber a dónde ni hasta cuándo, si hasta el fin del mundo o de la vida. La música de cada uno de ellos nos habla de sus experiencias y de lo que son. 3 Jay, Martin. Cantos de experiencia. Trad. Gabriela Ventureira. Paidós: Buenos Aires, 2009. p.9
Pintar lo transitorio es pintar el ser Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. (Antonio Machado, Proverbios y cantares) Recuerdo que cuando yo era pequeña, a veces, mi mamá ponía un disco de Paco de Lucía (no recuerdo cuál) y yo no entendía cuál era el chiste de sentarse a escuchar a un tipo solo tocando la guitarra. Esta música siguió sonando mientras yo crecía y, años después, cuando vi Bodas de sangre de Carlos Saura y me encontré con el flamenco de frente, ahí estaba Paco otra vez. Yo no me enteré. Estaba deslumbrada con el cuadro general, con Antonio Gades, con las letras de García Lorca en el cante; en general, con la manera sublime como se representaba desde el flamenco esta obra que ha sido determinante en mi vida. Con Paco me encontré un par de años después, en Quito, en la casa museo de Oswaldo Guayasamín, cuando vi el cuadro y el video. Me asombró ver que Guayasamín encontraba en Paco lo que a mí me atrajo del flamenco, eso que te hace crecer y que en Paco era tan grande que no solo crecía como una catedral, sino que se desbordaba y llenaba a Guayasamín “de su saber espiritual, de sus manos, que son un prodigio”, y que lo conmovía tanto.
El flamenco demanda de quien se aventura a entrar en él que salga la verdad de su ser. En ese sentido, me ha llevado a encontrarme con quien soy yo, con mi historia personal, mi cultura, mis dolores y alegrías. Entrar en el flamenco lleva a confrontarse una misma, a empezar a creerse una misma y a encontrar la manera de aceptarse en medio de las diferentes circunstancias; pienso que así es como se llega a crecer. En el proceso, una se da cuenta de que la búsqueda y el cambio son infinitos. Todo pasa y todo queda. Por eso pintar el ser es pintar lo transitorio. Cambiamos a cada instante, a medida que vivimos; solamente que, como nos pasa con las nubes que se mueven con el viento, no somos conscientes del cambio si no nos detenemos un momento a observar. Cuando lo hacemos nos encontramos con esta verdad que emanaba Paco y conmovía a Guayasamín hasta las lágrimas, que conmueve a los guitarristas de Latinoamérica y del mundo, que me conmueve a mí y a muchos más. Por eso me conmueve Paco, me conmueve Guayasamín, que se conmueve con Paco, y me conmueve ver cómo el arte transforma de manera irreversible la vida de las personas.
Este texto se construye a partir de las ideas y experiencias de varios guitarristas flamencos de diferentes países de Latinoamérica. A ellos, gracias.

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