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Cierra los ojos y pide flamenco

 

Algunos objetos del flamenco guardan el arte y la tradición del trabajo artesano más valorado de todo el mundo, por ello, son regalos muy deseados y su exportación crece en el mercado mundial como piezas de lujo. El trabajo ensimismado de las manos. La exquisitez en el detalle, los mejores materiales, el mimo en el acabado, la tradición de siglos mejorada…, esto y mucho más aportan los artesanos involucrados con la excelencia. El tiempo, la atención y la intención dirigidos a una obra única. Presentamos tres oficios, tres talleres rondando los cien años de antigüedad, entregados al flamenco. Artesanía única en zapatos, guitarras y mantones.

Zapatos con arte

Flamenco Eñe

El zapato artesano flamenco es uno de los objetos más deseados, desde los propios artistas a cada vez más público atraído por su belleza y calidad. Cuando unos zapatos de baile llegan a sus manos, hay un proceso de creación y fabricación muy laborioso, la buena elección de sus materiales, el diseño, el color, las distintas alturas y el estilo del tacón. En estos procesos cada fabricante aporta un sello diferente, pero con el objetivo de crear una pieza única y duradera, con el valor que adquiere un trabajo artesano y hecho a medida, con los mejores materiales y pieles.

 

GUITARREROS, UN ARTE ESPAÑOL DE SIGLOS

“La guitarra es una montaña con dos vertientes. Una es la flamenca; la otra, la clásica. Ambas igualmente admirables” [Andrés Segovia].

Hacer guitarras es un arte de identidad netamente español en el cual, la escuela de guitarreros de Madrid ha destacado por su buen hacer. Hacer guitarras hoy en día difiere muy poco de hace cien años. Las diferencias radican en la construcción y en las maderas que se emplean:

Antes la guitarra flamenca se construía con la tapa de pino abeto europeo, y los aros y el fondeo de ciprés español, pero desde la década de los 70 se emplea también el cedro rojo para la tapa y el palo santo en los aros y el fondo.   En referencia a la construcción, un guitarrero de referencia en Madrid explica que antes, hasta los bancos de trabajo los tenían que construir los guitarreros al igual que algunas herramientas especializadas, pero que ahora tienen a disposición más tecnología. “Por ejemplo a la hora de hacer la distribución de trastes del diapasón, en lugar de hacerlo con serrucho disponemos de una máquina más precisa que tiene la distribución exacta para la afinación”, comenta.

Según este maestro guitarrero, para distinguir una guitarra verdaderamente artesana de calidad, la madera elegida debe de tener la densidad, la dureza y la veta adecuada. “El guitarrista lo distingue rápido, sabe el sonido que busca y lo encuentra; este es un mundo muy especializado donde se sabe bien qué se quiere comprar. La guitarra perfecta no existe, porque cada guitarra es única y se adapta a lo que el guitarrista quiere. Hasta que el guitarrista encuentra el sonido, el gusto de tocar, el manejo y el confort idóneo es necesario un proceso de familiarización con el instrumento”.

BORDANDO A MANO UN MANTÓN

Artesanía centenaria flamenca: guitarras

La mujer del Mantón. Pintura de Saturnino Herranz

Ángeles Espinar tiene un pequeño taller de exquisito bordado de mantones a mano en Villamanrique de la Condesa, un pueblo sevillano con una larga tradición en el bordado, “pero bordado blanco, el que se hacía para las casullas, los paños de la iglesia, la ropa interior de los señoritos…”. El bordado del mantón lo lleva a este municipio la mujer de un teniente destinado allí, en 1925. “Esta señora era sevillana y nos trajo la tradición del bordado sevillano del mantón. El arte cuajó porque la mayoría de las mujeres del pueblo ya bordaba en blanco, en recto, que es una técnica mucho más difícil”.

La tradición del taller de Ángeles se remonta a los años 30, cuando su madre que era profesora de bordados abrió su primer taller de bordado de mantones. “Y muchas mujeres del pueblo pusieron sus talleres, y se extendió a los pueblos de alrededor, a Pilas y otros”.

El reconocimiento a su labor, le vino a raíz de la exposición de 1979 en “Exporte”, en Sevilla, donde se celebró la primera exposición iberoamericana. “El bordado se estaba perdiendo porque nadie lo hacía en su casa, se pagaba muy poco, y las mujeres se empezaron a dedicar a otras tareas, donde les pagaran más. Yo llevé a esta exposición nueve mantones de seda natural de Italia, bordados con dibujos y colores creados por mí, que tiño la seda en casa y le doy unos tonos propios”.

Estos nueve mantones gustaron mucho y ahí empezó el desarrollo del taller donde llegó a tener muchas bordadoras.  “En 1980 la gente me buscaba, y al poco no daba abasto, venía gente de toda España”, pero también de Méjico y otras partes de América. “Un mantón de los míos se diferencia por la calidad de la seda, los colores originales, los dibujos y el bordado, el buen fleco… Para mis dibujos me fijo en las flores que yo siembro, los pensamientos, las rosas, los tulipanes, y de ahí saco la foto y lo bordo. Utilizo los mejores tintes, las mejores sedas, que me las mandan de Nápoles”.

“Creo que me diferencio también por el aprendizaje. Tuve la suerte de tener como maestra de dibujo en bordado de tapices a Pilar Mencos, una gran artista, con la que trabajé haciendo tapices, los mejores de España. Ella me enseñó mucho del colorido, me enseñó el arte, le gusto, me enseñó a teñir la seda, la combinación de color en el bordado”.

A Ángeles le han reconocido también su trabajo con la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes que le concedió el Rey Juan Carlos y el Ministerio de Cultura por la conservación y difusión del patrimonio siendo la primera artesana que la ostenta esta medalla.  Y ha participado y expuesto sus mantones en la Feria Internacional de Moda, SIMOF (Sevilla).

La producción ha bajado desde entonces.  “Las jóvenes ahora no quieren bordar”, se queja Ángeles. Todos los mantones que hacen en su taller son encargos. Su hija sigue con la tradición y aporta sus estudios en Bellas Artes para mejorar y actualizar los temas del bordado, “es una gran diseñadora”, dice Ángeles.

Alguno de sus mantones lleva ocho meses acabarlo,  y trabajando tres personas  en él. Cada mantón es exclusivo. “Tengo más encargos que los que puedo atender. Hay lista de espera. Ha venido gente a ver nuestro trabajo de todo el mundo: de Japón, Marruecos, Australia… vienen especialmente a mi casa a ver cómo bordamos. Vino el embajador de Japón, que encargó varios para regalar”.

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