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El flamenco celebra su décimo aniversario sumido en una inmensa crisis

El flamenco celebra su décimo aniversario sumido en una inmensa crisis

El 16 de Noviembre de 2010 el flamenco era incluido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. En este 2020 de la pandemia, los artistas, los espectáculos, las salas del directo y tablaos están sufriendo una de las perores crisis que se recuerdan. Es necesario que las administraciones públicas defiendan y protejan con un presupuesto real a los que hacen posible que este Patrimonio único no sea arqueología, sino que esté vivo, presente y sostenible. Foto Ballet Nacional de España. Eterna Iberia.

Y la realidad qué, cómo la están viviendo los artistas. La incertidumbre arrecia con fuerza. Con cualquier flamenco que hables te dice lo mismo: “esto está chungo”, “y ahora qué”. De momento, los artistas se han organizado en un sindicato, Unión Flamenca, que es su interlocutor ante las administraciones para hacer valer sus derechos laborales, fiscales, jurídicos. Así, las cosas, el Ministerio de Cultura debe iniciar las conversaciones donde se expongan la peculiaridad y situación del flamenco en estos momentos, y ver las vías para la reactivación del sector. Es evidente que el flamenco es una marca grabada a fuego que nos hace grandes como país y como cultura, y por ello hay que desplegar toda la imaginación y los recursos para que, definitivamente, sea protegido y cuidado como actividad patrimonial única en el mundo y parte de nuestra esencia cultural como pueblo.

En este sentido, especial reconocimiento merecen los tablaos. El coronavirus ha atacado al corazón del flamenco y los emblemáticos tablaos ven incierta su reactivación. Sus  empresarios, necesitan en primera línea ese frente de ayudas que el Gobierno está anunciando. Son tejido empresarial, cultural y artístico, sustentadores del flamenco diario. Valientes románticos que hacen realidad el flamenco cercano, el que huele y se toca, el que se vive y transmite. El que posibilita que el flamenco siga haciéndose en pequeñas reuniones, como se conocía hace un par de siglos, para disfrute del público, extranjero y nacional.

En definitiva, esperamos y deseamos que se tenga presente este sector. Se encuentren los cauces de cómo favorecer a todos los integrantes de la gran familia flamenca, no con la gratitud de una palmada en la espalda, sino con apoyos fieles que apuntalen esta realidad mucho tiempo velada por la frivolidad y el olvido. Que artistas, maestros, programadores, técnicos, medios de comunicación y empresarios salgan reforzados de este tsunami de enfermiza incertidumbre. No dejemos apagar este fuego que portamos y salgamos de este encierro por bulerías, con el salero propio del que no tiene miedo a nada, porque de otras pandemias, de ofuscadas persecuciones, de ignorantes calificativos, hemos salido airosos y aquí estamos. Atrás han quedado la indiferencia, el recuerdo de tiempos cenicientos y nos vemos repartiendo revuelos y desplantes, dando el cante, marcando el compás una vez más a una sociedad ávida de emociones, como solo lo saben hacer l@s flamenc@s.

Finalmente, cada 16 de noviembre, es interesante recordar la historia. Y quién mejor que el flamencólogo Manuel Ríos Ruiz, eje de la campaña que favoreció la inclusión del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, para hacerlo: «La iniciativa institucional para convertir en patrimonio de la humanidad una las señas de identidad más representativas de Andalucía, tiene su prólogo en un pequeño gesto del que nos sentimos especialmente orgullosos en nuestra asociación. Es justo y hora de hacerlo saber. Antes que la entonces Consejera, Carmen Calvo Poyato que, como su nombre indica no tiene un pelo de tonta, anunciase que iniciaba gestiones para dicho reconocimiento ante la UNESCO, desde el Centro de Estudios Históricos de Andalucía se había comenzado una campaña, dentro de sus limitadas posibilidades, para recabar la sensibilización de las instituciones y la puesta en marcha de la iniciativa por los cauces reglamentarios a los que el organismo internacional obliga».

El flamenco como patrimonio de la humanidad fue reconocido por la UNESCO, preservarlo es obligación de las instituciones, sobre todo teniendo en cuenta que esta crisis ha alcanzado al corazón del flamenco. A los  tablaos y salas de conciertos, artistas de “atrás”, maestros y maestras, guitarreros, tiendas especializadas, y hasta los festivales, que tienen que hacerse streaming. Flamenco sí, pero vivo, en escena y presente.

 

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