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Juan Peña El Lebrijano

El  legado de El Lebrijano en el Instituto Cervantes

El Instituto Cervantes, en colaboración con el Ayuntamiento de Lebrija, ha recibido el legado del célebre músico y cantautor flamenco Juan Peña, El Lebrijano.  En esta Caja de las Letra se han depositado documentos sonoros, gráficos y autógrafos del flamenco lebrijano más universal. El Lebrijano, buscador de la libertad: «Esa es toda mi locura, buscar una nueva forma». Semblanza por Rosa Pérez Riesco. Foto Paco Manzano

Tras la entrega del legado en La Caja de las Letras tuvo lugar un homenaje al cantaor Juan Peña «El Lebrijano», en un acto que contó con las actuaciones del “cantaor” José Valencia y del guitarrista Pedro M.ª Peña. Además de la presencia de Luis García Montero, director del Instituto Cervantes; Diego Fernández, director del Instituto de Cultura Gitana, y  el responsable del Área de Cultura de la Fundación del Secretariado Gitano, Gonzalo Montaño Peña.

EL LEBRIJANO, BUSCADOR DE LA LIBERTAD

“Esa es toda mi locura, buscar una nueva forma”

Por Rosa Pérez Riesco

Juan Peña Fernández, “El Lebrijano”, pertenecía a una importante dinastía de flamencos. Sobrino de Perrate de Utrera, estaba emparentado con Fernanda y Bernarda de Utrera, Bambino, El Turronero, Gaspar de Utrera, Miguel Funi, Diego del Gastor, Pedro Peña, Pedro Bacán o Dorantes, entre otros. En una entrevista televisiva señalaba a su madre como transmisora de la verdad, con  veneración.  “Mi primera influencia en el cante, mi casa, mi madre, La Perrata de Utrera, que no frecuentó el cante como profesión, pero tenía un eco de voz  que no lo ha tenido nadie, era inconfundible, tenía ecos de El Pinini, de Juaniquín… pero sobre todo tenía un duende”.

Pero durante toda su vida defendió una nueva personalidad en el cante para atraer a más gente. Y porque “si no, es como dar vueltas a una noria siempre sobre lo mismo, busquemos una nueva corriente. Si queremos salvar el flamenco y llevarlo a una masa grande de público… busquemos una nueva manera, no se puede siempre seguir el cante de  Manuel Torres por seguiriya o por tientos a la Niña de los Peines, hay que dar una nueva personalidad , hay que crear a la fuerza”.

Esta fuerza creadora, le venía de dentro, ya con el conocimiento del cante bien aprendido. De esa época, recordaba, en la última entrevista que le hicieron en Canal Sur, su noche de bodas: “Antonio Mairena  y La Niña de los Peines estuvieron interpretando una misma letra casi una hora y media, una riqueza infinita”.

Sin embargo, en las históricas grabaciones de Rito y Geografía del Cante, en 1972,  en una entrevista con Velázquez-Gaztelu, siendo ya uno de los jóvenes y destacados referentes del cante, con una madurez artística indiscutible, defendía con empeño la libertad, la libertad de la creación artística, el indagar por otros terrenos, pero siempre como algo sagrado. Un compromiso real con el don que había recibido: “el cante es una concentración total, el arte es crudo pero es bueno, se llega al cielo y se toca a Dios con las manos”.

Paro además de con lo divino, El Lebrijano estaba sobre todo comprometido con lo humano. Gran parte de su discografía y su trayectoria vital así lo confirman. El flamencólogo y escritor José Manuel Caballero Bonald, que trabajó con él y le escribió algunas de las letras que han quedado para la Historia, como “Dame la libertad”, decía sobre su disco “Persecución”:  “Conocedor como pocos de los recónditos manantiales gitanos del cante y dueño de un eco antiguo y turbador, como quebrado a oscuros golpes de furia y de mansedumbre, El Lebrijano incorpora siempre a su integridad flamenca toda la patética memoria de su raza; cuando canta es como si se estuviera acordando de lo que ha vivido, y por eso también su voz atenaza siempre con el mismo poderío comunicativo y la misma humana verdad” .

Esa inquietud, esa búsqueda de la libertad y de otros caminos para el cante llevó a Juan Peña a asociar el flamenco con la música andalusí,  y crear una de las obras más hermosas, “Encuentros” (1985), con la Orquesta Andalusí de Tánger y el guitarrista Paco Cepero. Meses de estudio y trabajo con una orquesta árabe, trabajo de hermanamiento de dos culturas ligadas en el tiempo y cuyo resultado fue uno de los discos más vendidos y conocidos del flamenco.

Pero a partir de este trabajo, el camino se le volvería difícil a El Lebrijano. Según reveló en una entrevista, los puristas no se lo perdonaron y según él mismo declaró en una entrevista televisiva, le dejaron de llamar.

En esta entrevista en Canal Sur, El Lebrijano recordaba cómo le vino la inspiración de su trabajo más revelador y personal el que hizo con la orquesta andalusí.  Contaba que “Oyendo la radio marroquí en los ochenta, me llamaba la atención esa música, y me dije y por qué no irse para allá … me fui a Tánger y ahí empezó toda una época, una inspiración… Luego me criticaron mucho, es como si hubiera hecho algún crimen. A mí me dejaron de contratar. Pero ese tema quedó zanjado, antiguo, lo digo ya sin dolor, sin resentimiento. Yo comprendía que las letras del flamenco estaban ya muy manidas y busqué amigos que escribían”.

Y menudos amigos, de categoría. Le han escrito canciones desde Caballero Bonald  la canción  Dame la Libertad  y su disco “Tierra”, dedicada al V Centenario del descubrimiento de América; Félix Grande, para su disco “Persecución” (1972), sobre las penurias por las que ha pasado el pueblo gitano; o Gabriel García Márquez  “Cuando Lebrijano canta se moja el agua” frase y título de su disco (2008).

A pesar de todo, la soledad se le hizo grande. Y un cierto pesar se traslucía en sus palabras en las últimas entrevistas concedidas. “Con mi edad no se tiene más fuerza, se tiene sabiduría… Te aplauden, pero te vas al hotel y estás solo ‘y te dices, todo esto está muy bien, pero estoy más solo que la una’ ”.

Recibió en vida reconocimientos a su trabajo y a su carrera artística, como la Medalla de Oro al Trabajo, entre otros. En la Bienal de Flamenco de 2014 puso el colofón de la gala de clausura. Esa noche, el cantaor recibió el cariño de la profesión y de los aficionados y cantó como figura principal de un espectáculo basado en su carrera artística. Su actuación, recogida por toda la crítica, fue una belleza, y ahí quedó para el recuerdo. Sobre esta velada antológica, escribió Alberto García Reyes en ABC “El de Lebrija tiene ya las paredes de la garganta desconchadas porque no ha sabido aliviarse nunca. Anoche tampoco. Cuánta valentía. Con la voz lastimada, atormentada y entre astillas se elevó a los terrenos del alma para enseñar las catacumbas del cante, sus raíces, sus vísceras. No se escondió. No sabe. Apretó los puños y los párpados y llegó hasta los últimos rincones de la Serneta y de Juaniquín llorando sangre. Cantando con el eco purulento. Reclamando su sitio: «Yo me llamo Juan de la Santa Trinidad y de aquí no me quita nadie».

Juan, en la Tierra Flamenca dejó un trono vacío. Pero su legado continúa y sin duda continuará.

DISCOGRAFÍA IMPRESCINDIBLE

“Juan Peña El Lebrijano” (Columbia-1963) , “De Sevilla a Cádiz” (Columbia-1969),  “La palabra de Dios a un gitano” (Philips-1972), “Persecución” (Philips-1976), “Flamenco en el Teatro Real” (Philips-1979). “Ven y Sígueme” (RCA-1982),“Encuentros” (Ariola-1985), “¡Tierra!” (Ariola-1989), “Lagrimas de Cera” (EMI-1999), “Casablanca” (EMI-1998) y “Puertas Abiertas” (Senador-2005).

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