La biografía de la familia de los Borrull aporta una información fundamental para la siempre incompleta historia del flamenco en Cataluña, en relación con temas sobre la etnicidad gitana o la configuración de las escuelas del toque y del baile, entre otros, y, especialmente, con una aproximación sobre la identidad feminista mediante la aportación que las mujeres de la familia Borrull realizaron a través de su trayectoria profesional, al ser una dinastía fuertemente feminizada tanto por el gran número de mujeres representativas, pioneras e innovadoras en muchos aspectos, como por el papel que los varones tuvieron como potenciadores de dicha feminidad . Por María Jesús Castro, Profesora de Historia del Flamenco. Conservatorio Superior de Música del Liceu de Barcelona
Los escasos datos biográficos que se tenían hasta hoy día del patriarca de la dinastía, Miguel Borrull Castellón, han destacado su faceta de tocaor como primer guitarrista acompañante de Antonio Chacón, entre la década de los 80 del siglo XIX y 1911, o de empresario exitoso del café cantante Villa Rosa de Barcelona, entre 1916 y 1926, breve información que no permitía reconstruir la personalidad que guiaba todo su relato biográfico. Una nueva revisión de la vida y profesión de Miguel Borrull padre[1] ha permitido resaltar, entre sus muchas cualidades, su dedicación por impulsar las carreras profesionales de sus hijas, Dolores, Isabel, Julia y Concha, junto a la de su hijo Miguel, promoviendo y apoyando todas aquellas iniciativas que pudieran tener, aunque algunas de ellas se alejaran del concepto tradicionalista que imperaba en el flamenco y en la sociedad de entonces.
Esta personalidad precursora y exitosa que Miguel Borrull Castellón manifestó a lo largo de su vida profesional fue heredada por sus descendientes femeninos, ya que los datos históricos sobre la familia Borrull denotan un buen número de mujeres bailaoras y guitarristas que cuestionaron los cánones de la época y crearon formas nuevas de expresión flamenca.
En décadas tempranas para la emancipación de las mujeres artistas, las hijas mayores del matrimonio formado por Miguel Borrull Castellón y Dolores Giménez crearon en 1910 el dúo «Hermanas Borrull», constituido por las bailaoras Isabel y Julia Borrull Giménez. En esas primeras actuaciones, todavía sin el acompañamiento musical de su padre y hermano, las hermanas Borrull aprovecharon en su propio beneficio y de una manera inteligente el gusto del público de entonces por los espectáculos de esencia gitanista, creando, como kalís que eran, junto a los «bailes gitanos» un «baile húngaro» que interpretaban junto a un mono y que ofrecía todo el exotismo que el imaginario colectivo había configurado, número cómico que se escenificaba, junto a una estética feminizada de Julia, con una imagen travestida de Isabel, ataviada con un pantalón y chaqueta masculina, en un ejemplo de travestismo escénico que recordaba a la pareja formada por la Escribana y Concha Rodríguez la Carbonera con sus actuaciones en el Café del Burrero de Sevilla.
El éxito que tuvieron las primeras actuaciones de Isabel y Julia estimularon la creación de un nuevo repertorio y, junto a la exhibición de bailes flamencos, en un ejemplo de la diversidad artística que caracterizaba a la familia Borrull, se incorporó Dolores, la hermana mayor, como guitarrista. La normalidad con que los hermanos Borrull, Miguel pero también sus hermanas Dolores, Isabel, Julia y Concha, aprendieron a tocar la guitarra sorprende por la diferenciación sexual que existía en la época de las distintas manifestaciones flamencas otorgando el rol de bailaora a la mujer y el de tocaor al hombre. Ese aprendizaje femenino del toque en el seno de la familia Borrull se llevó a cabo no solo a través de la transmisión del patriarca, Miguel Borrull Castellón, gran conocedor del toque flamenco tanto como acompañante al cante y al baile como solista, sino mediante las enseñanzas que les ofreció el insigne maestro de guitarra clásica, Francisco Tárrega, clases personales que se realizaron gracias a la relación que Miguel Borrull padre tenía con el guitarrista clásico, por lo que hay que referenciar a las hermanas Borrull, junto a la excepcionalidad de ser las primeras mujeres que desde el interior de su propia familia se les apoyó para que tocaran la guitarra, como las primigenias mujeres guitarristas que absorbieron conocimientos de las escuelas de guitarra clásica y flamenca, tal y como se observa en las únicas imágenes que conservamos de Isabel y Dolores, en las que en ambas destaca su mano derecha bien posicionada, al estilo de la escuela clásica, especialmente en Lola.
Dolores o Lola Borrull se convirtió en guitarrista profesional pero su carrera no tuvo un largo recorrido, sólo constan algunas actuaciones suyas entre 1911 y 1913, abandono debido, entre otras causas, al miedo escénico que padecía y que le hacía temblar de cuerpo entero antes de salir a actuar, dolencia que le obligó a abandonar su profesión tras casarse aunque mantuvo sus vínculos artísticos familiares regentando el Villa Rosa junto a su hermana Julia, tras el fallecimiento de su padre en 1926.
Por su parte, Isabel y Julia fueron guitarristas aficionadas que hicieron en mayor medida uso de su imagen polifacética como bailarinas, bailaoras, guitarristas e, incluso, cantantes cumpliendo la demanda del público, según una exhibición consciente de exposición diversificada de sus cualidades, todo ello pese al alto nivel guitarrístico que adquirieron a través de las enseñanzas de Miguel Borrull padre y Francisco Tárrega, especialmente Julia, quien dio clases de guitarra en París mientras actuaba junto a su familia en el café cantante La Feria en 1912, siendo todavía muy joven, convirtiéndose en una de las mujeres pioneras en la enseñanza de la guitarra flamenca.
La más pequeña de los hermanos Borrull, Concha, fue la única hija de Miguel Borrull Castellón que no llegó a aprender a tocar la guitarra porque, según su propio relato, cuando acudía al domicilio de Francisco Tárrega en Barcelona para tomar clases, junto a su hermano Miguel, le asustaba ver aquellas barbas tan pobladas que el guitarrista castellonense tenía por aquel entonces y no quiso estudiar con él. Concha Borrull se decantó por el baile, pero no se limitó a seguir los pasos de sus hermanas mayores, sino que hizo suyos los bailes gitanos que tanta fama habían dado a las primogénitas de los Borrull y, a su vez, perfeccionó su estilo con el aprendizaje de la danza española, convirtiéndose en la mejor representante de los bailes flamencos y del ballet flamenco, a imitación del toque guitarrístico clásico-flamenco de su padre y hermano quienes, así mismo, le acompañaban en el escenario en su interpretación de bailes como la serenata de Joaquim Malats. Su mayor aportación a la danza, junto a la incorporación de las castañuelas al baile por alegrías, fue su legado dancístico, magisterio que transmitió a numerosas generaciones de bailaoras desde que, a finales de la década de los 40 del siglo XX, iniciara su docencia en la escuela de danza de la calle Petrixol nº9, haciendo la competencia a las famosas academias barcelonesas de Vicente Reyes, Federico y Enrique Lara o Lombardero, circunstancia que no impidió que Concha Borrull se convirtiera en la primera mujer maestra en enseñar baile flamenco y clásico español en Barcelona y obtuviera el título oficial de profesora de danza clásica española por el Ministerio de Educación.
La aportación de las hijas de Miguel Borrull Castellón al flamenco catalán continuó durante las siguientes décadas e inculcaron a sus descendientes tanto sus conocimientos como su modelo de profesionalidad y de transgresión hacia los condicionantes de género imperantes en su época. Esta tercera generación de los Borrull, curiosamente formada exclusivamente por mujeres bailaoras, mantuvieron la estela iniciada por sus progenitores, desarrollando una carrera artística propia a la altura de sus antecesores: Trini, hija de Dolores Borrull y Alberto Flandorfer, bailaora, bailarina y maestra de reconocido prestigio; Concha, Pilar y Fina, hijas de Isabel Borrull y del guitarrista Baldomero Mendoza Ríos, que actuaron juntas en sus inicios, formándose con Antonio, Rafael de Córdoba y Vicente Escudero, y Trini, Mercedes y Carmen, hijas de Miguel Borrull Giménez y Josefa Giménez, entre las que destacó Mercedes Borrull La Gitana Blanca, inseparable junto a su padre, y Trini como maestra, siendo Carmen la única de estas primas hermanas de la dinastía de los Borrull que no se dedicó al baile flamenco.
Con el tiempo, la saga femenina de los Borrull continuó a través de las enseñanzas de Trini Flandorfer Borrull Trini Borrull, gran maestra afincada en Las Palmas de Gran Canaria, quien inició en sus primeros pasos de baile a la nieta de Fina Mendoza Borrull, María Juncal, última heredera de la impronta Borrull.
Sirva esta breve historia compensatoria para rescatar del olvido a las mujeres de la familia Borrull y poder imaginarlas bailando, tocando o cantando encima de un escenario, sintiendo su lucha, pero también su goce, mujeres y artistas merecedoras de nuestro reconocimiento.
[1] Biografía realizada por la autora de próxima publicación. Ver cuadro biográfico de la familia Borrull en el blog Flamenco en Cataluña: https://flamencocatalan.blogspot.com/2021/10/miguel-borrull-castellon-ii-arbol.html