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La saeta

La saeta, flamenco en Semana Santa

Semana Santa es tiempo de saetas, uno de los palos flamencos que más sentimiento transmite, y que en estas fechas se puede escuchar en las calles de  Sevilla, Jerez, Granada, Córdoba, Cartagena… Esta selección de saetas muestran la devoción y jondura de un cante que profundiza en los vericuetos del alma. Entre el misticismo y la tradición:  La Saeta, por Camarón; Al Jesús de los Gitanos, por Jesús Méndez, Al Prendi, por La Macanita y al Cristo de la Buena Muerte, por Ángel Vargas.

La Saeta. Camarón de la Isla:

Saeta al Jesús de los Gitanos. Jesús Méndez:

Saeta al Prendi. La Macanita:

Saeta al Cristo de la Buena Muerte Jerez. Ángel Vargas

 

«La Saeta flamenca», un texto de José Luis Gálvez Cabrera

Como en tantas cuestiones del flamenco, establecer la genealogía o la cronología de las cosas entraña bastante riesgo y  el caso de la Saeta flamenca no es una excepción. Una de las acepciones que nuestro diccionario recoge para la palabra Saeta es: “Copla breve y sentenciosa que, para excitar a la devoción o a la penitencia, se canta en las iglesias o en las calles durante ciertas solemnidades religiosas”.

Pues bien, esta acepción está relacionada directamente con los cantos franciscanos, en las procesiones penitenciales, y se recogió en el año 1803. Esto indicaría que la Saeta flamenca es posterior a este año. El jerezano padre Luis de Coloma escribe, en su novela “Juan Miseria” de 1873, que al paso del Cristo de la Expiración por la cárcel vieja, los presos cantaban “esas extrañas y lúgubres melodías que llaman en Andalucía Saetas”.  Esto parece indicar que antes del 1873 ya existía la Saeta flamenca.

Se puede decir que desde el segundo tercio del siglo XIX es cuando los primeros profesionales del flamenco sacaron los cantes por Tonás y Seguiriyas de los ámbitos reservados donde habían estado recluidos hasta entonces.

A partir de esa época estos cantes se desarrollaron gracias a la gran cantidad de creadores e intérpretes geniales que surgieron en aquellos tiempos dorados del flamenco y en posteriores generaciones.

Si alguien nos pidiera una descripción de la Semana Santa podríamos decirle, tras explicarle el hecho fundamental del mundo católico que en ella se conmemora, que es (acordándonos de un artículo de Carlos Colón) una amalgama de lo medieval, lo barroco, lo romántico y lo religioso que resulta en algo que podemos apreciar con todos nuestros sentidos: La vista, con un derroche artístico de bellísima imaginería; el olfato y el gusto, con los aromas del azahar, del incienso, de las flores de los pasos y de la cera fundente; el tacto, con el roce del terciopelo de las túnicas nazarenas y el aire templado de primavera; y el oído, con las marchas procesionales, el ruido de los varales de los palios, los aplausos al buen hacer de los cargadores y capataces y sobre todo el eco emocionado de las Saetas.

Saetas que más que cantes son rezos (San Agustín decía que quién reza cantando reza dos veces) y que se hacen por todas las variedades conocidas de Tonás y por Seguiriyas. Como cosa curiosa esporádicamente también se han hecho por Soleá, Polos ó Cañas.

También se hacen mezclando las Seguiriyas con Martinetes o Carceleras, ¡y con Cabales a veces!

Un caso especial es la Saeta por Seguiriyas rematada con un espectacular Martinete redoblao, que se hace en Málaga.

He aquí algunas letras de Saetas creadas por el inagotable ingenio de Jose Vargas “el Mono de Jerez”

Al Cristo de la Expiración:

Negro como tu pelo negro

Negra como tu agonía negra

Negro como fue tu quebranto

Negra como la noche negra

 A la Buena Muerte:

Hasta las lágrimas de tus cirios

Están sintiendo tu muerte

Santiago te gime y llora

Y hasta se viste de negro

Cuando amanece la aurora

Al Dulce Nombre:

Tú te llamas Dulce Nombre

Y yo tengo amarga la boca

Viendo a tu hijo morir

De pena te vuelves loca

Con el natural respeto por todos los estilos y opiniones en esta materia, creo que la Saeta por Seguiriyas es la que reúne las condiciones de una verdadera oración ya que puede decirse que es una plegaria emotiva, directa, conmovedora y corta.

Con tales características tenía que tener su cuna en Jerez, donde más se aprecian los cantes cortos por lo enjundiosos y la dificultad que encierran, un cante corto evidencia sin remedio el más mínimo fallo de ejecución.

Ya el mismo Antonio Mairena dejó escrito que la Saeta por Seguiriyas es un “forma jerezana”, y fue en la calle Álamos del barrio de San Miguel de Jerez donde vio la luz el mejor intérprete de éste tipo de Saeta.

Y es en Bórboreo también donde sigue habiendo los mejores intérpretes de ésta saeta de ecos “torreros”.

Por cierto que entre la escasa docena de nombres de grandes saeteros de la historia de la moderna Saeta, en los que coinciden todos los estudiosos del tema, casi la mitad son jerezanos.

Con esta tradición no es extraño que el visitante primerizo de Jerez en Semana Santa, vuelva a casa con múltiples recuerdos de experiencias difíciles de olvidar, experiencias vividas casi en cualquier lugar por donde un paso o es sacado de su iglesia o desfila por las estrechas calles ó es encerrado de vuelta en su parroquia.

Todo aquel que haya pasado la Semana Santa en Jerez guarda momentos ligados a en los que todo se confabula para que la magia de una Saeta te golpee las entrañas.

Para acabar  me atrevería a recomendar a los que visiten por primera vez la Semana Santa de Jerez que presencien tantas salidas de pasos como les sea posible y que se preparen para un largo Viernes Santo lleno de acontecimientos:

La madrugada en la calle Larga con el paso de las seis cofradías que procesionan temprano ese día,  la mañana en la calle Ancha con la recogida del Cristo de la Buena Muerte,  la tarde en la esquina de las calles Mariñíguez y Sol al paso del Cristo de la Expiración y la Virgen del Valle y la noche en la Cruz Vieja con la recogida de éstas dos mismas advocaciones camino de su casa, la Ermita de San Telmo.

¡Por cierto!, un año más San Juan echará de menos las Saetas que el Chozas le cantaba en exclusiva.

¡Ah!, y después no dejen de recorrer el barrio de San Miguel o de Santiago porque podrían encontrarse con algún grupo de flamencos que, en algún local o peña estén “aliviándose” por Soleá o Bulerías de las tensiones emocionales que conlleva una Semana de Pasión vivida intensamente.

REFERENCIAS:

Carlos Colón. El País Semanal, 23 de Marzo de 2002

Rafael Infante y María José Zafra. flun.cica.es/mundo_flamenco/revista/n008/salida11.html

 

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