Ha fallecido Eduardo Serrano Iglesias, El Güito*, la gran figura del baile flamenco de Madrid, y uno de los principales pilares del baile flamenco clásico de todos los tiempos. Con su personalidad, elegancia y misterio, se enfrentaba al baile como un duelo a muerte frente al abismo. Cabeza divina que cortaba el aliento, su postura erguida se abría paso en la escena como a un toro desconocido y peligroso. El tiempo, la pausa, la energía y la fiereza, la técnica y la pasión confluían en este bailaor juncal y aguileño, bello y desafiante, último eslabón de una escuela casi perdida del baile flamenco. Ya se encuentra en el Tablao Eterno junto a Carmen Amaya y Farruco. Foto @PacoManzano . Texto Rosa Pérez Riesco
«En la plaza General Vara del Rey me llevó mi madre a la Quica (Maestra de Baile). Yo tenía muy poca edad. Después con once años me pasé a Antonio Marín (Maestro de Baile), y a los doce estaba bailando por soleá, y desde entonces nunca la he dejado de bailar, porque es donde yo mejor me siento, donde estoy más a gusto, donde puedo bailar despacito…”
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“¿Quieres llegar lejos? – ¿Y luego qué hago allí? No, me basta con llegar a mi destino”.*
Y así es, fue y será el baile de Eduardo Serrano el Güito, marcando los tiempos con unos movimientos limpios y precisos, ¿esculpen los átomos esa figura o es la estampa del bailaor la que los dispersa creando esa atmósfera de espacio hipnótico? Danzante de raíz, flamenco por naturaleza, El Güito es de los imprescindibles a la hora de poder saborear una soleá o una farruca de las que se extinguen, los tiempos no han comprendido la quietud y contención de los años y el baile se mueve desde la técnica a la emoción. La sobriedad junto a la belleza se busca e instalan en este baile flamenco que representó El Güito hasta los últimos años de su vida, en los que aún se le podía ver por Amor de Dios junto a su amigo Joaquín San Juan. El Güito dio clases en la emblemática escuela de Madrid hasta hace unos pocos años, para enseñar a alumnos aventajados cómo colocar la cabeza, la figura, cómo marcarse una soleá o una farruca, sin prisas, adueñándose de un espacio sin tiempo, donde el rito obra el milagro que siempre debe producirse en el flamenco, el del misterio y la trascendencia, el de la soledad y la belleza. Elegante y cabal, El Güito es posiblemente un eslabón perdido entre las recientes generaciones de bailaores. Imprescindible para entender cómo se ha transformado el baile flamenco en su paso del siglo XX a la actualidad.
ENTREVISTA PUBLICADA EN REVISTA ZOCO FLAMENCO Nº1 (junio 2015)
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“Y ahí estábamos, cansaditos de darle al taconeo en el tablao de turno, pero sin poder parar”
- Maestro, hace unos meses le han premiado con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, por tu trayectoria, ¿qué supone este reconocimiento en su carrera?
Fue una sorpresa, no me lo esperaba. Cuando me llamó personalmente el secretario de Estado, pensé que había hecho algo mal… son cosas que ya no te esperas, pero claro siempre es un orgullo que se acuerden de tu trabajo. Esta medalla se otorga por toda una trayectoria y, eso, después de más de 50 años en la faena, pues resulta muy gratificante.
- ¿Qué ha cambiado en todos estos años en el baile, en el arte flamenco?
Ha cambiado todo. Desde la forma de relacionarnos los artistas a la forma de vivir, de bailar… Recuerdo una época en Madrid en los inicios, cuando compartíamos apartamento unos cuantos artistas. Llegaba Sabicas y nos decía ¨vamos a templar un poquitico la guitarra” –que él era muy maño, muy “salao” hablando-, y empezaba a trastearla y no encontraba el momento de dejarla. Y nosotros encandilados, cansaditos de darle al taconeo en el tablao de turno, pero sin poder parar. Qué noches más entrañables, qué alegría y qué ganas de estar unos con otros. Ahora los artistas van por su lado, cada uno a su ladito y es difícil coincidir, salvo en presentaciones, festivales y eso que cada vez faltan más.
Con los tablaos paso lo mismo, de 12 tablaos en Madrid hoy apenas hay cuatro.
- Compartir con los mejores marca mucho…
Nos juntábamos Camarón, Paco de Lucía, Juan Habichuela, Manuela Vargas, Manolete, Manuela Carrasco, Mario Maya… nos veíamos antes de entrar al tablao, en el café Carretas, y quedábamos al salir, en el Caripén de Lola Flores, y nos daban las 7 de la mañana por ahí. Vivíamos al día, vivíamos para el flamenco, siempre de fiesta. Los jóvenes ahora son muy serios. Cogen las botas de baile y bailan, pero se las quitan y ya no se reúnen con los otros artistas, no hay esa camaradería del artista.
- Una época dorada del arte flamenco, sinduda, ¿qué diferencias encuentra en el baile de entonces con el de ahora?
Sí, yo soy de una época divina, en la que cada uno teníamos un estilo, una personalidad: Antonio Gades, Farruco, Mario Maya…. Ahora todos bailan por el mismo patrón, es difícil ver gente con personalidad, que se salgan de la técnica. Y esa rapidez y nerviosismo…, debe ser que se baila igual que se vive, muy deprisa… Mi baile es pausado y cuando hay que darle brío, pues se lo doy, pero cada cosa en su momento.
- ¿Qué le dicen de su baile?
Me dicen sobre todo que estoy siempre bien colocado, que mi forma es distinta. Muy personal, con su peculiaridad. Eso me dicen, que tengo personalidad, lento o rápido, según haya que bailarlo
– ¿Quién le gusta bailando?
Me gusta Sara Baras, es muy buena, tiene fuerza y personalidad; Manuela Carrasco, Eva la Yerbabuena…Tienen su compañía, y no paran de trabajar. Bailaores, están Joaquín Cortés y Antonio Canales con una forma muy peculiar, con éxito… De unos años para acá han salido pocos.
- Y eso por qué?
Yo creo que influye la crisis: está muy mal el trabajo para los jóvenes. No hay apenas compañías. Cultura con la subida del IVA ha perjudicado mucho al arte, a la cultura. Se debería bajar al 8%, como esto no se haga, se van a cargar la expresión artística.
Ahora no hay trabajo ya ni en Japón. Allí, los bailaores japoneses que empezaron ya dan clases y no necesitan de maestros.
Yo estuve años viajando a Japón, dando clases, y de ahí han salido por lo menos dos buenos maestros que dan clase a más 200 alumnos a día de hoy.
- ¿Qué consejos daría a un muchacho que está empezando?
Esto es muy sacrificado. Hay que bailar 8 horas diarias… mucho estudio, mucha disciplina, mucha afición, y mucha personalidad… Si no está seguro de que tiene afición, personalidad y disciplina, mejor que se dedique a otra cosa.
Bio y literatura
Eduardo Serrano Iglesias, El Güito, la gran figura que Madrid ha dado al baile flamenco, baila desde los cinco años, y a los dieciséis ya le otorgaron en París el Premio Sarah Bernhardt, al mejor bailaor del mundo. Fue alumno de La Quica y de Antonio Marín y comenzó su carrera profesional con Pilar López. Ha bailado con el Ballet Nacional de España, con la compañía de Manuela Vargas y el Ballet Español de Madrid. Miembro del Trío Madrid junto a Mario Maya y Carmen Mora, ha encabezado sus propias compañías de baile. Creador de montajes como el que dedicó a Carmen Amaya, el titulado Raíces Gitanas o el Flamenco Puro, y coreografías únicas por soleá y farruca para la historia. El Güito ha recibido numerosos premios a lo largo de su carrera: el Galardón Calle de Alcalá, del Festival de Madrid, La Giraldilla, el del Festival de Mairena, y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2014.
*Libro: “¡La Cabeza del Flamenco! Hechos y hechuras del Maestro. Eduardo Serrano “El Güito”. Autor: José Manuel Gamboa. Editado por El Flamenco Vive y Talle Aleceya.
Trescientas noventa y dos páginas para dar un paseo por la historia flamenca de Madrid, el mundo y el flamenco, para descubrir cómo se fraguó el futuro que vivimos en torno al baile y todo lo que le rodea, no siempre moldeado por el sosiego de quien escucha sus latidos.