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Un genio llamado Antonio Ruiz Soler

Un genio llamado Antonio Ruiz Soler, Antonio El Bailarín, en su Centenario

La leyenda de Antonio El Bailarín comenzó en vida. Su proyección y fama internacional, su virtuosismo y carisma hicieron el personaje; su concepto de la libertad y falta de convencionalismos, su sensibilidad tramada en un fuerte carácter labraron su perfil humano. Antonio Ruiz Soler (Sevilla, 4 de noviembre de 1921-Madrid, 5 de febrero de 1996), conocido artísticamente como Antonio el Bailarín, fue una leyenda en vida y un mito de la danza tras su muerte. Un artista único que forma parte indispensable del legado de la danza española y el flamenco. En este Centenario, se ha programado una exposición y Congreso, del 4 al 7 de noviembre, en Sevilla. Por Rosa Pérez Riesco. Fotograma RTVE.

Dotado desde su nacimiento para el baile, a los dos años, como él mismo afirmaba “se me movían los pies cuando oía el organillo por la calle”. A los seis años baila en la academia del maestro Realito, que le inició en los bailes de palillos.  En danza, se forma con los maestros Otero y Pericet, y se especializa en baile flamenco con el maestro Frasquillo.

Su don y genialidad muestran a un chiquillo, con apenas siete años, subido a un escenario cuando montan el dúo “Los Chavalillos Sevillanos”, junto a su compañera Rosario (Florencia Pérez Padilla, 1918-2000). Pareja fructífera artísticamente durante décadas (1928-1952) en las que atesoran premios y fama, giras por todo el mundo y encuentros con los grandes artistas de la época.

La Guerra Civil frena su carrera en España. Con 15 años, en 1937, el empresario de variedades Marquesi contrata a la pareja para ir a América, donde permanecerán doce años actuando en Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, Cuba, México, Brasil… y finalmente Estados Unidos (Nueva York, Hollywood).  La fama internacional se extiende aún más, y en México estrenan su pieza de gran éxito el Zapateado de Sarasate (1946), coreografía que quedará incorporada a su repertorio, modelo de zapateado que incluso hoy en día aprenden las nuevas generaciones del baile.

Coincide con Carmen Amaya y bailan juntos en el espectáculo “La maravilla del Maravillas”, en Buenos Aires. “Aquel año de 1937 a su llegada a Buenos Aires, Antonio y Rosario se incorporan al espectáculo del Teatro Maravillas, “La maravilla de las Maravillas”, con el que Carmen Amaya estaba obteniendo un rotundo éxito, permaneciendo en cartel durante nueve meses. Fue la primera vez que Antonio, el Bailarín y Carmen Amaya se encontraron”(1).

En estos doce años de Los Chavalillos en América la labor coreográfica y representativa de esta pareja es extensísima. El Zapateado y el Zorongo gitano, El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla. Giras por España y Europa: París, Italia, Suiza, Dinamarca, Suecia, Inglaterra, Bélgica, Escocia, Holanda, y salto a Israel, Egipto, Marruecos… Grandes éxitos por todo el mundo. Hasta 1952, año en que Antonio se separa de Rosario, su pareja artística durante veintidós años.

“Antonio Ballet Español”

En 1953, Antonio se presenta en solitario con su Compañía “Antonio Ballet Español”. Lo componen treinta y cinco bailarines, con Rosita Segovia como primera figura femenina. Coreografías basadas en Llanto, de Manuel de Falla, Allegro de conciertos de Granados, y piezas flamencas como las alegrías y fandangos por verdiales; serranas de Vejer de García Soler, o la destacada obra Suite de sonatas del Padre Antonio Soler, ocho sonatas realizadas por toda la compañía en distintos cuadros, con una escenografía de gran espectáculo. Foto cedida por Ballet Nacional de España.

Su fama internacional crece sin parar y es reclamado por los grandes escenarios de medio mucho. Con El Amor Brujo de Falla, en el Teatro Saville (Londres, 1955) se consagra como coreógrafo “por su compenetración íntima con el espíritu mismo de Falla”, según  la crítica. Es obra de gran éxito que pasa al Teatro de los Campos Elíseos de París y luego a la Scala de Milán durante un mes. Tras el éxito, Antonio aumenta el número de bailarines en la compañía por exigencia de nuevos montajes.

En 1958 realiza su histórica coreografía El sombrero de tres picos, de Falla, quizá la más aclamada de su trayectoria. Utiliza unos figurines de Muntañola, y grandes aciertos en puesta en escena e interpretación. Rosita Segovia contribuye con su buen hacer en el baile y también como actriz al éxito general.

Ya consolidada su compañía y con un reclamo internacional de divo, comienza una época de innovación y riqueza creativa completamente diferente a lo que había hecho hasta la fecha. Antonio, siempre en busca de referentes, trae al escenario temas nuevos y evoluciona hacia un mayor simbolismo en la coreografía y el baile.

En 1965, Antonio cambia el nombre de su compañía por Antonio y sus Ballets de Madrid, actuando en los Festivales de España del Ministerio de Información y Turismo. En esta etapa, siguiendo su impulso creativo, estrena el Concierto andaluz, de Joaquín Rodrigo, y las piezas Torre bermeja y Córdoba que dedica a Isaac Albéniz, y Danza de la gitana y Primera de «La vida breve» de Falla (1970).

Éxitos, reencuentro con Rosario, giras internacionales, embajador de la danza española y el flamenco… una década gloriosa hasta 1978, fecha en que prepara una gira de despedida con un espectáculo culmen: Antonio y su teatro flamenco, donde integra una selección de palos del flamenco, con guitarristas y cantaores en escena. En 1979, hace su retirada profesional como bailarín en la ciudad japonesa de Sapporo, justo cuando se cumplen sus bodas de oro con la danza.

Una intensa vida amorosa, en la que ejerce la libertad como faro y guía, se entrelaza con muchas vivencias y escándalos en una época mojigata. Es especialmente recordada la escena de la blasfemia que le llevaría a pasar dos semanas en la cárcel. Sucedió en 1972, y dio lugar incluso a un libro ‘Antonio, mi diario en la cárcel’. Parece ser que durante un azaroso rodaje en Arcos de la Frontera de ‘El sombrero de tres picos’, para TVE, bajo la dirección de Valerio Lazarov, en un momento dado, Antonio fuera de sí exclama: “¡Me cago en los muertos de Cristo!”, grito que se escucha en todo el pueblo y que atrae a las “fuerzas vivas”. Tras su encierro en el calabozo pasa a disposición judicial, montándose un circo mediático importante. Antonio fue condenado a dos meses de arresto y a una multa de 10.000 pesetas. Finalmente cumplió dos semanas -por indulto del propio Franco- pero eso sí tuvo que pedir perdón a la Virgen y a los españoles a través de la tele.

El anecdotario de Antonio es rico en amores de todas clases y géneros. Nunca negó ninguno de los que le atribuyeron, e hizo gala de enamorar tanto a hombres como a mujeres, desde Ava Gadner a Gina Lollobrigida, desde Vivian Leigh hasta Marisol. Pero su romance más controvertido y que más páginas rosas cubrió fue el que mantuvo con la duquesa Cayetana de Alba, con la que él llegó a afirmar que tuvo un hijo. Pasados los años la propia Cayetana en su biografía lo desmentió:  «Ahora que ha pasado tanto tiempo voy a dejar una cosa clara: si no hubiera sido porque era «de la otra acera», como decíamos entonces, homosexual, como dicen hoy, Antonio podría haber sido un amor en mi vida».

Al final de su carrera artística, cumple uno de sus sueños, la dirección del Ballet Nacional. En marzo de 1980 (hasta 1983 en que fue destituido) toma el relevo a Antonio Gades en la dirección artística del Ballet Nacional de España, presentando un repertorio muy variado con obras de otros maestros, alternando con las más famosas suyas. Esta etapa fue muy difícil e injusta para el artista. Cuenta la periodista Silvia Cruz Lapeña (Vanity Fair, 26 abril, 2019) que su destitución parte del “director general de Música y Danza del Ministerio de Cultura, Jesús Aguirre, marido de la duquesa de Alba, con la que se sabía que Antonio había tenido un romance que él no solo no negó sino que pregonó. “La primera medida que toma Aguirre como ministro es destituir a Antonio como director del Ballet Nacional de España”, explica Manuel Curao sobre la manera en que el artista perdió la oportunidad de continuar su carrera fuera del escenario y desde una institución a la altura de su curriculum” (2).

En sus últimos años, un íctus le dejó paralizado y en silla de ruedas, hasta su muerte en 1996. Fue enterrado en su Sevilla. Como homenaje, su ciudad, nombró a su Conservatorio de Danza, Antonio Ruiz Soler.

A pesar de ser uno de los mayores embajadores de todos los tiempos de la danza española y el flamenco y de los muchos premios concedidos a lo largo de su carrera: Cruz de Isabel la Católica (1950. Medalla de Oro de la Real Academia Inglesa de la Danza (1962). Medalla de Honor de la Naciones Unidas (1963). Primer Premio de la Academia de la Danza de París (1963). Medalla de Oro de la Real Academia de la Danza de Suecia (1964). Medalla de Oro de la Escuela de la Danza de Moscú (1966). Premio Nacional de Flamenco de la Cátedra de Flamencología de Jerez (1966). Medalla de Oro de la Scala de Milán (1967). Medalla de Oro del Spanish Institute de Nueva York (1979). Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1991). A pesar de ello, no se vio cumplido su sueño: “Con las casas que tenga, quiero que se vendan y se cree una especie de Fundación Antonio. Para ello estoy tratando de mantener mi estudio de la Calle Coslada, que hice con tanto cariño y que es como un templo de arte de danza”.

El Ministerio de Cultura en el año 2000 creó el “Fondo Antonio Ruiz Soler”(3), donde se encuentra una parte del legado del bailarín y coreógrafo. Otra buena parte de sus pertenencias se encuentran en los almacenes del Centro de Documentación del Flamenco de Jerez, según informaciones* del periodista Manuel Curao, una de las personas que más se ha implicado en rescatar y dar a conocer el legado físico y artístico dejado por Antonio.

En este su Centenario, la exposición y Congreso organizados del 4 al 7 de noviembre en Sevilla sacará a la luz parte de este legado. La Universidad de Sevilla lidera este gran congreso sobre Antonio Ruiz para celebrar su centenario. Las actividades se celebrarán entre el 4 al 7 de noviembre e integrarán voces documentadas y expertas sobre el universo de Antonio, un programa actividades paralelas y una exposición con el legado del bailaor y coreógrafo, completan el homenaje que le rendirá. Sevilla, su ciudad natal.

Homenaje del Ballet Nacional de España

El Ballet Nacional de España (BNE) ha programado durante 2021 un homenaje en torno a Antonio Ruiz Soler, Antonio el Bailarín, con motivo del centenario de su nacimiento. Las próximas galas serán en Madrid, en el Teatro Real, del 13 al 16 de octubre.

“Por desgracia, Antonio el Bailarín no ha tenido todos los homenajes que él se merece”, cree Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España. “Antonio renovó la forma de bailar y engrandeció aún más la danza española, además de ser el bailarín, coreógrafo y director más completo de la historia. Dominaba todas las disciplinas y creó montajes de folclore, danza estilizada, escuela bolera y flamenco maravillosos. Era un genio y una de las figuras de la danza en España dotadas con un carisma especial. Antonio era único”.

Documentación:

1 Libro “Carmen Amaya. Cuando duermo sueño que estoy bailando”, de Mercedes Albi.

2 Reportaje Antonio “El Bailarín”, el genio que empezó danzando por una caja de bombones, Silvia Cruz Lapeña https://www.revistavanityfair.es/cultura/entretenimiento/articulos/antonio-el-bailarin-genio-flamenco-legado/37607

3 Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música https://www.musicadanza.es/es/fondos-documentales/fondos-de-danza/fondo-antonio-ruiz-soler/presentacion

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