Saltar al contenido

50 Años de Nuevo día, el disco de Lole y Manuel que revolucionó el flamenco: «Que nadie vaya a llorar…»

Parece que todo lo que he hecho profesionalmente en la vida me ha ido llevando, inevitablemente y sin planearlo, a lo siguiente. Así lo siento este 2025, en el que el cartel de mi adorado festival vallecano, MiraDas FlamenKas, me retrotrae hasta hace una década. Estoy en un patio sevillano, con el gran patriarca Manuel Molina enfrente ¡Guapo a rabiar con su camisa de seda salpicada de estrellas! por Paloma Concejero, escritora, cineasta y directora Festival MiraDasFlamenkas

Entonces yo no lo sabía pero en aquel preciso y precioso instante se estaban poniendo las bases de algo más que dos capítulos fascinantes de la serie Ochéntame otra vez que, por aquel entonces, yo dirigía.

loleeymn

Frente a un espejo de múltiples bombillas apoyado sobre azulejo andalusí, Manuel me confesaba, sin el menor atisbo de drama, que tenía cáncer y estaba empezando “a preparar el petate” pero que no iba a desperdiciar ni un solo minuto de lo que le quedaba por delante. Imposible resistirse a este hombre. Como un tesoro, en mí, cada frase suya regalada al aire.

¡A qué velocidad han ido sucediéndose desde entonces los acontecimientos! Muchas veces me pregunto qué pensaría Manuel de este mundo tan diferente ¡si ya se reía a carcajada limpia del que ya por entonces “nos amenazaba”! Nadería, violencia y tecnología.

Quiero recordarle y le recuerdo como en aquella “última cena” que el grandísimo anfitrión Martín Guerrero le organizó en Casa Patas después de una memorable actuación en la Sala García Lorca, aquel mismo noviembre, a pocos meses de su despedida.

“El día que yo me muera…que nadie vaya a llorar…” con ese mantra en la cabeza me puse manos a la obra para construir este año una Muestra de flamenco de Vallecas, a la altura del genio, Manuel Molina, homenajeado diez años después de su muerte, porque, además, la efeméride llegaba alineada con otra irresistible: el cincuenta aniversario de un disco que lo cambió todo.  Con razón, decidieron llamarlo “Nuevo día”. Apostaba por construir tiempos más luminosos y lo consiguieron. Lole y Manuel, a partir de ellos todo explotó en colores en un país cuarenta años instalado en el blanco y negro.

Y así, como una fiesta, hemos diseñado esta sexta edición. Prendidos en la magia de ambos. Añorando. Y celebrando. Con Lole Montoya, cantaora y bailaora sevillana en estado de gracia, su voz intacta. Imponente su presencia sobre el escenario. En la continuidad y belleza de su hija Alba Molina, con la que el propio Manuel también se echó a la carretera, en los últimos años, para reinterpretar sus clásicos.

Celebramos una fiesta con todas las de la ley. Y una larga lista de invitados. Tan jóvenes como atrevidos. Muy distintos pero con una  misma condición: hambre y sed de vanguardia. Ganas de romper estándares e invocar los “nuevos días” en tiempos emborronados. En mitad de la sinrazón. Donde lo artificial rima con éxito y tantos nombres nos vienen impuestos por el todopoderoso marketing.

“Que nadie vaya a llorar…” si acaso de alegría y, un poquito, al echar de menos al enorme productor flamenco, Ricardo Pachón, que, finalmente, por problemas de salud no pudo venir a compartir con nosotros esta celebración de una obra gigante de la que tanta culpa tuvo él también.

Ricardo, no has venido pero sí has estado presente. Cada noche.

Lo estás en todo lo que nace y tiene valor. En la valentía de asomarte a paisajes inexplorados ganados para la poesía. Por sentir y decir, como ellos, “a mí me gusta mojarme” consciente de los aguaceros que han de llegar. Caerán chuzos de punta pero éstos no impedirán mirar hacia adelante y crear discos eternos.

No los arrastró hasta aquí ni el viento ni las tormentas aunque vuestra voluntad llevase impresa su mismo ímpetu furioso.

Nos llegaron de esa generosidad de la que hoy beben tantos y tantos. Porque es posible, aunque parezca un milagro, crear en libertad. Cuando lo que se busca no es gustar a todos sino regalar emociones desde lo más profundo de uno mismo.

“Grietas por las que se cuela la luz” a base de trabajo, pasión y autenticidad.

Y así ha sido tantas veces, también, de tu mano porque La leyenda del tiempo eres tú, querido Ricardo Pachón.

Toda una vida entregada a la creación, desde la pureza y, literalmente, por absoluto amor al Arte.

Así lo sentí con Manuel Molina. Y contigo también, Ricardo. Esos luminosos días en Sevilla en los que se alinearon, frente a mí, todos los astros para llegar hasta aquí.

Brillantes inspiraciones luciendo vuestro inmenso legado en un pequeño teatro de Vallecas.

 

 

Diseñado por Nubemedia.