(EL TABLAO LAS TABLAS. DOS MUJERES TRAS UN SUEÑO) Hace falta mucho valor para comenzar un reto tan difícil como es abrir y mantener a flote un tablao con programación continuada en activo y, además, competir dentro de la enorme oferta flamenca que se mueve por Madrid. Para la mayoría es una locura, un sueño inalcanzable que no se puede mantener, un maldito capricho condenado al fracaso, el riesgo de invertir en una empresa que agoniza antes de abrir sus puertas y empezar a funcionar. Pero ocurre que para dos mujeres -Antonia Moya y Marisol Navarro- es mucho más que todo eso, es una aventura que empieza con el sueño de regentar un espacio diferente donde el Flamenco pueda expresarse, incluso con un interesante punto de vanguardismo sin complejos. Por Carmen Arjona. Escritora. Foto: Javier Enríquez
Marisol y Antonia son bailaoras, y las dos conocen bien el difícil mundo de las artes (en distintas disciplinas) que se esconde detrás del telón, ese espacio que nunca vemos, el lado oscuro del baile que consume horas de vida, días, meses de trabajo intenso, de ensayos interminables, de sinsabores antes de la fecha del estreno, de ganas de rendirte y tener que seguir adelante. Si a eso le sumas lo difícil que es despuntar, con el ímpetu de la ilusión, un proyecto en la imaginación y una carpeta cargada de papeles, la aventura se presenta con dificultad añadida. Pero, como en toda obra que se quiere estrenar, es necesaria una buena dosis de voluntad y de constancia, no dejar lugar al desaliento; y seguir adelante hasta llegar a ese corto momento de gloria que es el estreno y saborear haber llegado a la meta pretendida.
El Tablao Las Tablas abrió sus puertas en 2003, en plena Plaza de España de la capital madrileña. Negro y blanco en su logotipo y en su decoración: minimalista, austera, elegante; una mirada diferente para decir “aquí se hace Flamenco”, ese que ellas mismas viven, ejercen y aman. Qué mejores anfitrionas que quienes saben de lo que hablan. Qué mejor que quienes tienen el duro en el bolsillo para cambiarlo. A sabiendas de que el camino siempre es cuesta arriba, con algún dulce llano en el que descansar de la jornada pero sin parar de soñar, de idear, de crecer, de innovar, de buscar nuevas perspectivas, porque el objetivo tiene sus vaivenes. No siempre la clientela comparte las mismas características. Un público que en ocasiones es conocedor de las claves de lo jondo; otras veces aprendices en escuelas nacionales o extranjeras; o curiosos del Flamenco que se acercan por primera vez; quizás muchos de los turistas que visitan Madrid y buscan acercarse a lo andaluz sin moverse del territorio, que para eso en la capital hay de casi todo.
Antonia y Marisol regentan Las Tablas como si de ellas mismas y de sus propias coreografías se tratara. Avanzan por los angostos vericuetos de la programación, variada y de calidad, con las mínimas repeticiones de elenco, en constante búsqueda de nuevos valores, nuevas figuras que añadir al rol de artistas y ponerlas sobre un escenario; la complejidad de la contratación, mucho más delicada cuando no se cuenta con muchos posibles para alcanzar ciertos cachés. Ellas son conscientes de lo difícil que es regentar un Tablao, llenar sus mesas y sillas cada noche -porque Las Tablas abre cada día sus puertas, sin descanso- que para eso son dos mentes femeninas poniendo todo su esfuerzo y compenetración en trabajar por lo propio, con la ayuda de un personal que ha tenido que entender cómo se hacen las cosas en esa casa, con arte y buen sabor.
Entonces, vino la pandemia, parecía como si todo se fuera a volatilizar. Otros tablaos cerraban sus puertas, algunos sin intención de volver a abrirlas. Espacios clásicos en las noches de ocio que, tras décadas de éxito, desaparecían bajo la tiranía de un virus invisible que paralizó vertiginosamente el país. Solo cabían dos opciones resistir o sucumbir. Antonia y Marisol decidieron resistir, flotar armoniosamente en la nada de un negocio que no podía recibir el sustento vital y esperar… con la entereza con la que esperan las mujeres a que arrecien las tormentas. Con la bandera de la protesta enarbolada hasta ver un nuevo rayo de esperanza en el horizonte. Y ahí siguen, en el número 9 de la Plaza de España, retomando de nuevo las riendas de su programación con novedades que ofrecer al inestimable público. Lo han conseguido, a pesar de todos los inconvenientes contra los que han tenido que luchar.
Recuerden, no se interpongan en el camino de dos mujeres que corren tras un sueño. ¡Antonia y Marisol son bravas guerreras de lo jondo!