Dicen que la Historia del Flamenco está hecha con los nombres y con el arte inmenso de muchas mujeres: grandes cantaoras, excelentes bailaoras…, pero, ¿qué pasa con el toque?. Por Marta Sánchez, periodista. Foto: Marta Robles, por Martín Guerrero.
No podríamos imaginar una Historia del Flamenco sin La Macarrona, La Perla de Cádiz, la Niña de los Peines o Carmen Amaya. Tampoco podemos pensar en el Flamenco de hoy sin acordarnos de Carmen Linares, Sara Baras, Estrella Morente o Eva la Yerbabuena. Pero, ¿por qué no hay, ni entre los nombres más sonados de ayer, ni entre los nombres más mencionados de hoy, ninguna mujer guitarrista?
Es frecuente encontrar tocaores acompañando a cantaoras, pero, ¿por qué nos resulta difícil pensar en un cantaor acompañado a la guitarra por una mujer?
Sin embargo, lo realmente relevante en este asunto es que la ausencia de tocaoras no es lo único que sorprende: sorprende la normalidad con que se asume este hecho, sorprende la absoluta falta de preguntas al respecto y de estudios que traten de explicar este fenómeno.
Un fenómeno que, en absoluto, es cosa del pasado. Aún en nuestros días, las guitarristas flamencas son un ejemplar raro de encontrar: pocas profesoras, apenas alumnas y escasas tocaoras profesionales. Aún en nuestros días, perdura esa costumbre que dice: “La guitarra clásica para las niñas. La guitarra flamenca para los hombres”.
Históricamente, ciertos instrumentos han sido considerados adecuados para ser tocados por mujeres, mientras que otros no. Así, las señoritas eran orientadas a tocar instrumentos que las permitiera estar sentadas y mantener una postura correcta, adecuada a su condición de mujeres de bien. Por eso, tocaban el piano y no la guitarra.
En la actualidad, es cada vez mayor el número de mujeres guitarristas en distintos estilos musicales, no así en el flamenco. Es especialmente relevante que, a lo largo del siglo XIX y a principios del XX, existieran más tocaoras que en pleno siglo XXI
De hecho, en el siglo XVIII, ya era habitual que las mujeres españolas tocaran la guitarra, tanto que, este hecho, obtuvo la categoría de tópico, como divulgan los relatos de los extranjeros que visitaron España en aquellos días.
Entre las primeras tocaoras de las que se tiene constancia, destaca Aniya la Gitana, conocida también como Aniya la de Ronda, nació en Ronda en 1855. Fue una cantaora y guitarrista muy famosa en esa época, que acostumbraba a acompañar su cante con su propia guitarra.
Josefa Moreno, La Antequerana -antes Niña del Garrotín-, nació en 1889 y fue una cantaora y guitarrista de gran relevancia a principios del siglo XX. Gozó de gran popularidad y fue muy apreciada por el público. Tanto es así, que llevó su talento a los escenarios de Nueva York, La Habana y México. Compartió cartel, entre otros, con Ramón Montoya, Carmen Flores, la Niña de los Peines, Antonio Chacón y La Macarrona.
Teresita de España fue también una guitarrista, cantaora, bailaora, bailarina y cancionista sevillana, discípula de Juana La Macarrona. Su auténtica especialidad fueron los llamados recitales, en los que ella misma se acompañaba con la guitarra y donde interpretaba amplios repertorios de sus diferentes facetas. Teresita de España tocó en Madrid, Sevilla, Barcelona y Lisboa, entre otras muchas ciudades de renombre.
Adela Cubas fue otra de las guitarristas más importantes de principios de siglo XX, con una intensa carrera profesional. Trabajó en distintos espectáculos de variedades, en el Salón de Actualidades y en los teatros de las ciudades más importantes, como Madrid, Sevilla o Barcelona, tocando como solista o para acompañar a figuras del calibre de La Niña de los Peines, Pastora Imperio, Antonio Pozo «El Mochuelo», La Argentinita o La Macarrona.
La periodista Carmen de Burgos dijo de ella: “Los ecos de su guitarra lo llenan todo de armonía y nos hacen enmudecer para escucharla. Sus mejillas enrojecidas y sus ojos animados de entusiasmo la embellecen. No es una mano la que hiere las cuerdas del instrumento; es un corazón”.
Victoria de Miguel, natural de Madrid, es una de las más grandes guitarristas del siglo XX, también de las más reconocidas. Recibió clases de Andrés Segovia y compartió cartel, entre otros, con el Niño de Utrera, Habichuela Chico, Sabicas, Ramón Montoya, Pastora Imperio, Niña de los Peines, Niña de la Puebla o Pepe Marchena, entre otros muchos.
Podríamos mencionar a otras tantas mujeres del siglo pasado que, del mismo modo que las anteriores, destacaron por ser verdaderas maestras a la guitarra, como, por ejemplo, La Cuenca, bailaora y guitarrista, o María Aguilera, acompañante de Paca la Coja, entre otras muchas.
En la actualidad, y tras una época de ausencia casi absoluta de mujeres guitarristas sobre los escenarios, comienzan ya a sonar algunos nombres. Celia Morales, natural de Antequera, se formó en el Conservatorio Superior de Música de Málaga. Recibió clases de guitarra flamenca de Pedro Blanco (maestro de Tomatito) y también del luthier Pedro Maldonado. Finalmente, en 1998 se decantó por el estudio exclusivo de la guitarra flamenca, con el fin de dar a su interpretación la esencia del flamenco más puro.
Influenciada por Ramón Montoya, Niño Ricardo, Sabicas, Diego del Gastor y Paco de Lucía, compone sus propias obras, que ha reunido en su disco “Puente Nuevo”. Desde 2006, es miembro de la Cátedra de Flamencología de Cádiz.
La cordobesa Laura González pertenece a la Peña Flamenca «El Mirabrás», de Fernán Núñez. Cursó estudios de Magisterio con especialización musical y Estudios Superiores en la especialidad de Guitarra Flamenca en el Conservatorio Superior de Música «Rafael Orozco» de Córdoba. Ha acompañado a un buen puñado de cantaores, entre ellos a Pedro Obregón, Manuel del Rosal, Antoñita Contreras, Anabel Castillo o Gloria Núñez.
En 2005, el espectáculo “La Diosa Blanca” otorgó protagonismo absoluto a dos mujeres guitarristas, María José Matos y Antonia Jiménez. Matos es guitarrista profesional desde los 20 años. Aprendió de los artistas de su tierra, Huelva, sobre todo de Niño Miguel y de Juan Carlos Romero. Por su parte, la gaditana Antonia Jiménez comenzó a tocar la guitarra a una edad muy temprana, asistiendo a clases donde ella era la única niña. Se considera discípula de Enrique Vargas y Manolo Sanlúcar. Ha acompañado al cante a figuras de la talla de Carmen Linares, Montse Cortés, Belén Maya y Juan Pinilla, entre otros muchos. No hace mucho, esta guitarrista dijo para Canal Sur: “Lo que le pasa a la gente es que no está acostumbrada a ver a una mujer tocar. (…) Es cruzar la frontera y parecemos semidioses, pero aquí se nota un poquito de incultura, de falta de información, de no saber qué significa el flamenco”.
Marta Robles posee un Master Solist Degree en Guitarra Flamenca en el Sweelinck Conservatorium de Amsterdam y es Titulada en Guitarra Flamenca por la Escola Superior de Música de Catalunya. Actualmente, forma parte de Las Migas, cuarteto flamenco formado únicamente por mujeres. Junto con Antonia Jiménez, emprendió el proyecto “Dos mujeres tocaoras”, estrenado en Sevilla en 2014. Con él, buscaban reivindicar el talento de las mujeres guitarristas y difundir la lucha que estas tocaoras llevan a cabo para abrirse paso, con la única arma de su virtuosismo a la guitarra, en un mundo tradicionalmente masculino.