La personalidad, el llevar hasta las últimas consecuencias aquello en lo que crees, es lo que llamamos ser coherente. Uno es esclavo de sus palabras y rey de sus silencios, en el caso de José Menese no hubo miedo a ser esclavo de las palabras, pero digno, manteniendo la cabeza alta, sembrando con su voz un campo en el que sólo quedaba el miedo a ellas, claras, de conciencias necesarias y bellas.
Nunca fue fácil el flamenco seminal de José, los que comenzábamos a sacudirnos de una adolescencia atolondrada por una educación basada en la ignorancia, no llegábamos a comprender el cante adulto, ese en el que se unen la pasión y el conocimiento, bien supieron mantener oculta la furia ilustrada que venía. Ahora, pasado el tiempo y con la cobertura siempre dispuesta a darnos respuestas, se echa de menos la palabra que abra conciencias. Da un poco la impresión de que el flamenco se acomoda, que se aloja en esa -llamada ahora- zona de confort, lo pudimos ver en el homenaje celebrado en el Auditorio Nacional de Música.
Es de ley que todos los artistas convocados a este recuerdo a José Menese mostraran su lado más rebelde y reivindicativo, santo y seña del homenajeado.
La baraja artística que representa flamencamente a este país, único que la posee, de momento, es de un nivel altísimo, pero su propuesta creativa se ha quedado en recrear el paso de otros valientes que asentaron un arte nacido de la injusticia, de la necesidad de mostrar un dolor que era necesario saliera del pueblo que lo sufrió.
El propio José Menese fue criticado duramente por un sector flamenco que se oponía a compartir este arte con la intelectualidad, y parte de los sesudos protagonistas de la época, tampoco veían en el flamenco un medio con el que propagar sus proclamas, ni unos ni otros acertaron con José, por lo que decíamos al principio, la personalidad, la integridad, la coherencia, son valores solo de unos pocos privilegiados, lo mismo que llevar el cante, lo tienes o no lo tienes.
En el Auditorio hubo emoción, recuerdos, reconocimiento, admiración, conciencia de una época pasada, de un gigante que estuvo y sostuvo una integridad total toda su vida. Hubo muchas menciones al pueblo de uno que estuvo con el pueblo y se reconoció pueblo y mostró pueblo puro, flamenco puro. Hermoso hombre, inmenso cantaor al que el poeta Blas de Otero, en 1971, le dedicaba este poema:
«La voz, la voz que cierra y abre las palabras, / el cante cortado de perfil, bruscamente. / Voz acendrada ensanchándose desde adentro. / José Menese. / Hay un golpe y un temblor y una rabia / que es a un tiempo poderosa vida y muerte. / Una vibración de mar junto a la costa. / José Menese. / Callad. El silencio se cierra y se abre, / las palabras pasan, caen de bruces, ascienden. / Un hombre solo con la voz de todo el pueblo. / José Menese.»
Ficha Artística: Carmen Linares (cantaora), José Mercé (cantaor),
El Pele (cantaor), Marina Heredia (cantaora), La Macanita (cantaora),
Rocío Márquez (cantaora), Laura Vital (cantaora), María Terremoto (cantaora)
TOMATITO, guitarra | Rafael RIQUENI, guitarra | Paco IBÁÑEZ, cantautor | Jorge PARDO, flauta y saxo | Antonio CARRIÓN, guitarra
Compás: Chícharo, Macano, Diego Amaya y Anabel Rivera.
Narradores: Fanny Rubio, Baltasar Garzón, Pedro Martínez Montávez, José M. Velázquez-Gaztelu, Génesis García, Miguel Núñez
Copy fotografías: (c) Centro Nacional de Difusión Musical – Ben Vine.