La mayoría de las cantaoras profesionales de esa época, fueron mujeres que no estaban casadas o se casaron muy mayores, no tuvieron hijos, además de ser de carácter indómito y no tener la convención social que se esperaba de ellas. Por Luis Delarren. Continuación artículo publicado en Blog Zoco Flamenco en la Plataforma All Flamenco. Foto Carmen Linares @ToniBlanco
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El resto, las mujeres cantaoras casadas, solo tuvieron la oportunidad de cantar de puertas adentro, maridos con reticencias muy marcadas no consentían que sus mujeres dieran su cante fuera de casa. Un ejemplo es Tía Anica la Piriñaca, que cuando murió su marido fue cuando grabó su primer disco y se pudo escuchar en público su cante profundo, jondo, verdadero, y cuya famosa frase «Cuando canto a gusto me sabe la boca a sangre», retrata su forma y sentir. El escritor José Manuel Caballero Bonald retrata ese sentir del cante de La Piriñaca: “Todo el humano chorro de pasión de esta anciana excepcional emerge como una flor terrible de cada una de sus llameantes lamentaciones. Para nosotros, la intocable raíz del flamenco está representada exactamente en esas entrañables, humildes, sobrecogedoras quejumbres, extraídas de la más oscura memoria racial (…) Canta como si exteriorizara en un sollozo toda su intimidad”.
Mujeres que cantaban pa echarte a llorar y que solo lo podían hacerlo bajo consentimiento, esto ocurría en no pocas casas de artistas. Tuvieron que pasar otros tantos años hasta que comenzaron a proliferar los Festivales Flamencos en Andalucía. Peñas, tablaos, teatros, lugares en los que comenzaron a actuar cantaoras con voces fuertes, de raza, a menudo gitanas y con un estilo que se asociaba con los hombres, marcaron una forma de cante más jonda, y que optaron por la soltería para poder seguir con libertad el camino del cante. Es el caso de La Paquera de Jerez o las hermanas de Utrera Fernanda y Bernarda.
La Paquera estaba dotada de una voz que imprimía fuerza y modulación especial a sus cantes. De ella ha dicho el flamencólogo Manuel Ríos Ruiz : “…Y La Paquera de Jerez, su cante, pertenece a un núcleo flamenco de capital importancia en la configuración y desarrollo del cante jondo, el que desde siglos existe en Jerez de la Frontera. Su arte es, por lo tanto, consecuencia de una tradición popular y musical de primer orden en el género, puesto que nadie discute que Jerez de la Frontera es una de las cunas más antiguas e importantes del arte andaluz por antonomasia”.
Fernanda y Bernarda de Utrera, nietas de “El Pinini”, llegaron a calar en la afición más entregada. De Fernanda dijo el escritor Félix Grande: “La voz de mujer más tierna y ronca, desesperada y delicada de cuantas honran el desconsuelo piadoso del flamenco”. Estaba considerada la mejor cantaora por soleá de todos los tiempos. Según Ricardo Molina, las soleares de Fernanda eran «magia pura y abismática»; y Caballero Bonald hablaba de «su nobilísima, sollozante y profunda expresión».
Se puede decir que la diferencia entre las cantaoras históricas y las recientes es que hoy en día la mujer domina mucho más repertorio. El ejemplo para ello, no lo aporta Carmen Linares, que fue la primera mujer en grabar una Antología de la mujer en el cante, en 1996, y que toda su carrera la ha dedicado a investigar e innovar. Carmen Linares, además le ha dado un matiz más intelectual al cante realizado por mujeres. El camino abierto por ella ha sido aprovechado por las más jóvenes, que están abriendo su música hacia otras, como la clásica, el jazz o experimental, como el trabajo reciente de la sevillana Rosario La Tremendita “un trabajo experimental, pero con una raíz muy tradicional”, comenta ella misma.
Para entrar en estudio y detalle, recomendamos el libro «La mujer en el cante flamenco» (Editorial Almuzara), de Carmen García-Matos Alonso, donde se lee: «El legado femenino es, pues, impagable: la trayectoria vital y artística de tantas cantaoras ha ido enriqueciendo y modelando con sus aportaciones e inspiración una de las manifestaciones de música popular más original y potente de hoy. La impronta de sus estilos la sido decisiva y marca la con fuerza el proceso evolutivo y estético de un arte universal».
Vivimos un buen momento de cante femenino, pero aún hay espacios en el flamenco en los que la mujer no sobresale. Todavía no se ven sobre el escenario mujeres guitarristas, salvo contadas excepciones, o en contratación, programadoras, productoras, compositoras o arreglistas. Vamos con prisas y sin ninguna pausa. Y vamos a ello.