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Mujeres del Flamenco: Cantaoras de hoy y de siempre

El cante femenino se siente. Da la cara, está presente y ocupa un lugar relevante. La historia del flamenco también lo han escrito y lo escriben –y cantan- las  mujeres. Vamos a fijarnos en un ramillete de mujeres que son un referente para los aficionados al flamenco.  Por Luisa Delarren

Hoy, el cambio  llega de voces nuevas, siguiendo un camino que abrió y transformó  Carmen Linares (hay que recordar y escuchar su “Antología. La mujer en el cante”, Polygram, 1996. Reeditado por Universal, 2007), mientras que las cantaoras de saga gitana traen consigo las tradiciones y ecos de sus familias, para ser, por fin, protagonistas.

La Antología de Carmen Linares, un disco histórico.

Un claro ejemplo de esto son dos mujeres gitanas de las más puras sagas del flamenco. María Fernández Terremoto, que a sus 19 años, es la primera mujer de su familia (encabezada por su padre, Fernando Terremoto, y antes por su abuelo, Terremoto de Jerez) en dedicarse al cante. Trae en su voz una memoria jonda, con solera, destilada en  el tiempo  y a la vez renovada. Y Lela Soto, de la familia de los Sordera, con 26 años y con el bagaje de una dinastía en la que las mujeres no tuvieron la oportunidad de dedicarse nunca profesionalmente al cante. Dos mujeres jóvenes y gitanas que con su sentimiento y fuerza están en la escena flamenca actual. Ambas están arropadas  y cuentan con  el apoyo de los artistas veteranos de su familia, que son sus maestros, pero ya han comenzado a despegar por su cuenta y la fuerza y el gusto les acompaña.

FlamencoEñe convoca a los programadores internacionales para mostrarles los nuevos talentos

María Terremoto, cante gitano de saga de Jerez.

Lela Soto, de la saga de los Sordera

En otro ámbito, en el de mujeres jóvenes, sin tradición familiar en el cante, destacan dos figuras que están dando a conocer el flamenco fuera de este ámbito, extendiendo la afición, Rocío Márquez y Sandra Carrasco. Estas mujeres investigan e innovan, lo mismo cantan por Pastora Pavón que por Pepe Marchena, y  lo hacen acompañadas de músicos que traen otras inquietudes, acercando el flamenco a un público más reciente  En esta revolución, cada artista busca su camino.

Gran programación en la XXIII Gira Flamenca del Norte

Rocío Márquez

En todo caso, el cante femenino viene ya bien rodado por cantaoras con la sangre encendida, que crearon tendencia al comienzo de este milenio y que ahora son el referente femenino en el flamenco, La Macanita, Esperanza Fernández, Estrella Morente, Marina Heredia, Mayte Martín, primeras señoras del cante del siglo XXI, con proyectos que ellas mismas han  defendido, sembrando el camino de nuevas  propuestas.

Noches “flamencas” del Botánico

Estrella Morente

Mayte Martín estrena estos días disco

Tomasa

La Macanita, cante gitano de Jerez

Anteriormente, la historia nos muestra grandes cantaoras como La Serneta y La Trini, y aun reconociendo que fueron mujeres de carácter, no fue hasta el siglo veinte cuando apareció la primera gran figura del cante femenino, Pastora Pavón, La Niña de los Peines (1890-1969) que fue, sin duda, una mujer con el coraje necesario para emprender una carrera artística profesional en un momento en el que era muy difícil, si no era de la mano de un hombre de la familia.

La Niña de los Peines

Pastora es un mito, es una figura irrepetible con unas cualidades vocales inauditas que aún hoy no se entienden, sabia en la transmisión y dotada por el hado para el cante.  Todas las cantaoras tienen elogios para Pastora, llegó a conquistar una gran popularidad  y a representar los cantes de una forma muy personal, siendo muy respetada por toda la afición flamenca. Montó su propia compañía y fue dueña y señora de su carrera, algo fuera de lo común en su tiempo.

Las cantaoras antiguas solo dominaban unos pocos palos, se les reservaban los cantes por soleá y malagueñas y otros libres, más melódicos, los más duros, como la seguiriya o las tonás estaban asignadas para hombres. La excepción fue Pastora Pavón. Con la moda de estas voces gitanas la mujer comenzó a salir del espacio privado y hacer aparición en espectáculos que no eran aún grandes teatros, pero les permitía tener una carrera semiprofesional, sobre todo en tablaos.

La mayoría de las cantaoras profesionales de esa época, fueron mujeres que no estaban casadas o se casaron muy mayores, no tuvieron hijos, además de ser de carácter indómito y no tener la convención social que se esperaba de ellas.

El resto, las mujeres cantaoras casadas, solo tuvieron la oportunidad de cantar de puertas adentro, maridos con reticencias muy marcadas no consentían que sus mujeres dieran su cante fuera de casa. Un ejemplo es Tía Anica la Piriñaca, que cuando murió su marido fue cuando grabó su primer disco y se pudo escuchar en público su cante profundo, jondo, verdadero, y cuya famosa frase «Cuando canto a gusto me sabe la boca a sangre», retrata su forma y sentir. El escritor José Manuel Caballero Bonald retrata ese sentir del cante de La Piriñaca: “Todo el humano chorro de pasión de esta anciana excepcional emerge como una flor terrible de cada una de sus llameantes lamentaciones. Para nosotros, la intocable raíz del flamenco está representada exactamente en esas entrañables, humildes, sobrecogedoras quejumbres, extraídas de la más oscura memoria racial (…) Canta como si exteriorizara en un sollozo toda su intimidad”.

Tía Anica, La Piriñaca

Mujeres que cantaban pa echarte a llorar y que solo lo podían hacerlo bajo consentimiento, esto ocurría en no pocas casas de artistas.  Tuvieron que pasar otros tantos años hasta que comenzaron a proliferar los Festivales Flamencos en Andalucía. Peñas, tablaos, teatros, lugares en los que comenzaron a actuar cantaoras con voces fuertes, de raza, a menudo gitanas y con un estilo que se asociaba con los hombres, marcaron una forma de cante más jonda, y que optaron por la soltería para poder seguir con libertad el camino del cante. Es el caso de La Paquera de Jerez o las hermanas de Utrera Fernanda y Bernarda.

La Paquera estaba dotada de una voz que imprimía fuerza y modulación especial a sus cantes. De ella ha dicho el flamencólogo Manuel Ríos Ruiz : “…Y La Paquera de Jerez, su cante, pertenece a un núcleo flamenco de capital importancia en la configuración y desarrollo del cante jondo, el que desde siglos existe en Jerez de la Frontera. Su arte es, por lo tanto, consecuencia de una tradición popular y musical de primer orden en el género, puesto que nadie discute que Jerez de la Frontera es una de las cunas más antiguas e importantes del arte andaluz por antonomasia”.

Estatua a La Paquera en su ciudad natal

Fernanda y Bernarda de Utrera, nietas de “El Pinini”, llegaron a calar en la afición más entregada. De Fernanda dijo el escritor Félix Grande: “La voz de mujer más tierna y ronca, desesperada y delicada de cuantas honran el desconsuelo piadoso del flamenco”. Estaba considerada la mejor cantaora por soleá de todos los tiempos. Según Ricardo Molina, las soleares de Fernanda eran «magia pura y abismática»; y Caballero Bonald hablaba de «su nobilísima, sollozante y profunda expresión».

Fernanda de Utrera

Se puede decir que la diferencia entre las cantaoras históricas y las recientes es que hoy en día la mujer domina mucho más repertorio. El ejemplo para ello, no lo aporta  Carmen Linares, que fue la primera mujer en grabar una Antología de la mujer en el cante, en 1996, y que toda su carrera la ha dedicado a investigar e innovar.  Carmen Linares, además le ha dado un matiz más intelectual al cante realizado por mujeres. El camino abierto por ella ha sido aprovechado por las más jóvenes, que están abriendo su música hacia otras, como la clásica, el jazz o experimental, como el trabajo reciente de la sevillana Rosario La Tremendita “un trabajo experimental, pero con una raíz muy tradicional”, comenta ella misma.

Rosario La Tremendita

Para entrar en estudio y detalle, recomendamos el libro «La mujer en el cante flamenco» (Editorial Almuzara), de Carmen García-Matos Alonso, donde se lee: «El legado femenino es, pues, impagable: la trayectoria vital y artística de tantas cantaoras ha ido enriqueciendo y modelando con sus aportaciones e inspiración una de las manifestaciones de música popular más original y potente de hoy. La impronta de sus estilos la sido decisiva y marca la con fuerza el proceso evolutivo y estético de un arte universal».

Vivimos un buen momento de cante femenino, pero aún hay espacios en el flamenco en los que la mujer no sobresale. Todavía no se ven sobre el escenario mujeres  guitarristas, salvo contadas excepciones, o en contratación,  programadoras, productoras, compositoras o arreglistas. Vamos con prisas y sin ninguna pausa. Y vamos a ello.

El cante femenino se siente. Da la cara, está presente y ocupa un lugar relevante. La historia del flamenco también lo han escrito y lo escriben –y cantan- las  mujeres. Vamos a fijarnos en un ramillete de mujeres que son un referente para los aficionados al flamenco.  Por Luisa Delarren

Hoy, el cambio  llega de voces nuevas, siguiendo un camino que abrió y transformó  Carmen Linares (hay que recordar y escuchar su “Antología. La mujer en el cante”, Polygram, 1996. Reeditado por Universal, 2007), mientras que las cantaoras de saga gitana traen consigo las tradiciones y ecos de sus familias, para ser, por fin, protagonistas.

La Antología de Carmen Linares, un disco histórico.

Un claro ejemplo de esto son dos mujeres gitanas de las más puras sagas del flamenco. María Fernández Terremoto, que a sus 19 años, es la primera mujer de su familia (encabezada por su padre, Fernando Terremoto, y antes por su abuelo, Terremoto de Jerez) en dedicarse al cante. Trae en su voz una memoria jonda, con solera, destilada en  el tiempo  y a la vez renovada. Y Lela Soto, de la familia de los Sordera, con 26 años y con el bagaje de una dinastía en la que las mujeres no tuvieron la oportunidad de dedicarse nunca profesionalmente al cante. Dos mujeres jóvenes y gitanas que con su sentimiento y fuerza están en la escena flamenca actual. Ambas están arropadas  y cuentan con  el apoyo de los artistas veteranos de su familia, que son sus maestros, pero ya han comenzado a despegar por su cuenta y la fuerza y el gusto les acompaña.

FlamencoEñe convoca a los programadores internacionales para mostrarles los nuevos talentos

María Terremoto, cante gitano de saga de Jerez.

Lela Soto, de la saga de los Sordera

En otro ámbito, en el de mujeres jóvenes, sin tradición familiar en el cante, destacan dos figuras que están dando a conocer el flamenco fuera de este ámbito, extendiendo la afición, Rocío Márquez y Sandra Carrasco. Estas mujeres investigan e innovan, lo mismo cantan por Pastora Pavón que por Pepe Marchena, y  lo hacen acompañadas de músicos que traen otras inquietudes, acercando el flamenco a un público más reciente  En esta revolución, cada artista busca su camino.

Gran programación en la XXIII Gira Flamenca del Norte

Rocío Márquez

En todo caso, el cante femenino viene ya bien rodado por cantaoras con la sangre encendida, que crearon tendencia al comienzo de este milenio y que ahora son el referente femenino en el flamenco, La Macanita, Esperanza Fernández, Estrella Morente, Marina Heredia, Mayte Martín, primeras señoras del cante del siglo XXI, con proyectos que ellas mismas han  defendido, sembrando el camino de nuevas  propuestas.

Noches “flamencas” del Botánico

Estrella Morente

Mayte Martín estrena estos días disco

Tomasa

La Macanita, cante gitano de Jerez

Anteriormente, la historia nos muestra grandes cantaoras como La Serneta y La Trini, y aun reconociendo que fueron mujeres de carácter, no fue hasta el siglo veinte cuando apareció la primera gran figura del cante femenino, Pastora Pavón, La Niña de los Peines (1890-1969) que fue, sin duda, una mujer con el coraje necesario para emprender una carrera artística profesional en un momento en el que era muy difícil, si no era de la mano de un hombre de la familia.

La Niña de los Peines

Pastora es un mito, es una figura irrepetible con unas cualidades vocales inauditas que aún hoy no se entienden, sabia en la transmisión y dotada por el hado para el cante.  Todas las cantaoras tienen elogios para Pastora, llegó a conquistar una gran popularidad  y a representar los cantes de una forma muy personal, siendo muy respetada por toda la afición flamenca. Montó su propia compañía y fue dueña y señora de su carrera, algo fuera de lo común en su tiempo.

Las cantaoras antiguas solo dominaban unos pocos palos, se les reservaban los cantes por soleá y malagueñas y otros libres, más melódicos, los más duros, como la seguiriya o las tonás estaban asignadas para hombres. La excepción fue Pastora Pavón. Con la moda de estas voces gitanas la mujer comenzó a salir del espacio privado y hacer aparición en espectáculos que no eran aún grandes teatros, pero les permitía tener una carrera semiprofesional, sobre todo en tablaos.

La mayoría de las cantaoras profesionales de esa época, fueron mujeres que no estaban casadas o se casaron muy mayores, no tuvieron hijos, además de ser de carácter indómito y no tener la convención social que se esperaba de ellas.

El resto, las mujeres cantaoras casadas, solo tuvieron la oportunidad de cantar de puertas adentro, maridos con reticencias muy marcadas no consentían que sus mujeres dieran su cante fuera de casa. Un ejemplo es Tía Anica la Piriñaca, que cuando murió su marido fue cuando grabó su primer disco y se pudo escuchar en público su cante profundo, jondo, verdadero, y cuya famosa frase «Cuando canto a gusto me sabe la boca a sangre», retrata su forma y sentir. El escritor José Manuel Caballero Bonald retrata ese sentir del cante de La Piriñaca: “Todo el humano chorro de pasión de esta anciana excepcional emerge como una flor terrible de cada una de sus llameantes lamentaciones. Para nosotros, la intocable raíz del flamenco está representada exactamente en esas entrañables, humildes, sobrecogedoras quejumbres, extraídas de la más oscura memoria racial (…) Canta como si exteriorizara en un sollozo toda su intimidad”.

Tía Anica, La Piriñaca

Mujeres que cantaban pa echarte a llorar y que solo lo podían hacerlo bajo consentimiento, esto ocurría en no pocas casas de artistas.  Tuvieron que pasar otros tantos años hasta que comenzaron a proliferar los Festivales Flamencos en Andalucía. Peñas, tablaos, teatros, lugares en los que comenzaron a actuar cantaoras con voces fuertes, de raza, a menudo gitanas y con un estilo que se asociaba con los hombres, marcaron una forma de cante más jonda, y que optaron por la soltería para poder seguir con libertad el camino del cante. Es el caso de La Paquera de Jerez o las hermanas de Utrera Fernanda y Bernarda.

La Paquera estaba dotada de una voz que imprimía fuerza y modulación especial a sus cantes. De ella ha dicho el flamencólogo Manuel Ríos Ruiz : “…Y La Paquera de Jerez, su cante, pertenece a un núcleo flamenco de capital importancia en la configuración y desarrollo del cante jondo, el que desde siglos existe en Jerez de la Frontera. Su arte es, por lo tanto, consecuencia de una tradición popular y musical de primer orden en el género, puesto que nadie discute que Jerez de la Frontera es una de las cunas más antiguas e importantes del arte andaluz por antonomasia”.

Estatua a La Paquera en su ciudad natal

Fernanda y Bernarda de Utrera, nietas de “El Pinini”, llegaron a calar en la afición más entregada. De Fernanda dijo el escritor Félix Grande: “La voz de mujer más tierna y ronca, desesperada y delicada de cuantas honran el desconsuelo piadoso del flamenco”. Estaba considerada la mejor cantaora por soleá de todos los tiempos. Según Ricardo Molina, las soleares de Fernanda eran «magia pura y abismática»; y Caballero Bonald hablaba de «su nobilísima, sollozante y profunda expresión».

Fernanda de Utrera

Se puede decir que la diferencia entre las cantaoras históricas y las recientes es que hoy en día la mujer domina mucho más repertorio. El ejemplo para ello, no lo aporta  Carmen Linares, que fue la primera mujer en grabar una Antología de la mujer en el cante, en 1996, y que toda su carrera la ha dedicado a investigar e innovar.  Carmen Linares, además le ha dado un matiz más intelectual al cante realizado por mujeres. El camino abierto por ella ha sido aprovechado por las más jóvenes, que están abriendo su música hacia otras, como la clásica, el jazz o experimental, como el trabajo reciente de la sevillana Rosario La Tremendita “un trabajo experimental, pero con una raíz muy tradicional”, comenta ella misma.

Rosario La Tremendita

Para entrar en estudio y detalle, recomendamos el libro «La mujer en el cante flamenco» (Editorial Almuzara), de Carmen García-Matos Alonso, donde se lee: «El legado femenino es, pues, impagable: la trayectoria vital y artística de tantas cantaoras ha ido enriqueciendo y modelando con sus aportaciones e inspiración una de las manifestaciones de música popular más original y potente de hoy. La impronta de sus estilos la sido decisiva y marca la con fuerza el proceso evolutivo y estético de un arte universal».

Vivimos un buen momento de cante femenino, pero aún hay espacios en el flamenco en los que la mujer no sobresale. Todavía no se ven sobre el escenario mujeres  guitarristas, salvo contadas excepciones, o en contratación,  programadoras, productoras, compositoras o arreglistas. Vamos con prisas y sin ninguna pausa. Y vamos a ello.

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