Anoche se estrenó en Nîmes el nuevo trabajo de David Lagos, Hodierno, una obra que experimenta con la electrónica, vanguardista, pero cuya esencia flamenca prevalece en cada uno de los temas interpretados. El concierto fue muy aplaudido y celebrado por el público y la prensa que acudieron a la sala Paloma de la ciudad francesa más flamenca de Europa. En este artículo, el periodista Fermín Lobatón nos acerca al más hondo sentido de este Hodierno, un trabajo en el que David está acompañado por su hermano Alfredo Lagos, a la guitarra; Juan M. Jiménez, al saxo; y David Muñoz Artomático, en la electrónica y batería.
Programa completo Festival Flamenco Nîmes:
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“Hodierno, el penúltimo reto de David Lagos”, por Fermín Lobatón
Con el jerezano David Lagos estamos ante el caso de un artista nada acomodaticio. Gran aficionado, creador e inquieto, sus trabajos suelen estar precedidos de largos periodos de estudio y de indagación en el rico venero del cante antiguo, al que gusta revisitar y personalizar. Así ocurrió con sus dos anteriores grabaciones —El espejo en que me miro (2009) y Mi retoque al cante jerezano (2014)—, que nunca fueron simples colecciones de cantes. Lo mismo ha podido suceder con los trabajos en directo que ha presentado, Made in Jerez o Clásico Personal. Eso, en cuanto a proyectos propios, que conocidas son sus colaboraciones con las más importantes figuras del baile: Isabel Bayón o Israel Galván, entre otros. Precisamente, con este último puede que comparta la experiencia y querencia por el riesgo, elemento que se antoja fundamental en su nuevo trabajo, que, por la experimentación que representa, supone una auténtica vuelta de tuerca. El cantaor, en sus numerosas colaboraciones para el baile, no se ha asustado jamás ante demandas de lo más dispares; pero ahora es él quien se impone el reto y la exigencia en un proyecto propio, que también es colectivo, y que se adivina como resultado de un largo proceso, de la persecución de una idea. Para lograrla el cantaor ha trabajado con la electrónica de Artomático (Daniel Muñoz), que también ha actuado de productor, el saxofón contemporáneo de Juan Jiménez (Proyecto Lorca) y la guitarra de su hermano, Alfredo Lagos, más alguna colaboración adicional, como la de Emilio Caracafé. Una excepcional conjunción de músicos y personas.
Una atmósfera casi lisérgica acompaña la revisión del añejo ‘Romance de la monja (contra su gusto)’, dicho con cuidado e interpretado con un tono que se eleva para, tras una breve cita con la petenera, desembocar en un final calmado, la voz sin más efectos. Es esta una secuencia que se repite en otros cortes: la búsqueda del clímax, la lucha de la voz contra la máquina y el receso final como un sosiego. Ocurre en la serie de malagueñas de Chacón, que adquieren su punto álgido en la tercera de ellas, de ecos melliceros (‘Se me apareció la muerte’), para concluir melismáticamente a palo seco. Los temas, que tienen un tratamiento muy diferenciado, también se ordenan alternando la intensidad con la aparente ligereza del canon. Es el caso de la caña, una gran creación de Alfredo Lagos que, situada tras la suite chaconiana, se interpreta de forma contenida, acentuando su cercanía con la soleá. También con las propias soleares, que, tras la densidad de cantiñas y liviana, llegan con toda su claridad y luminosidad. Un alivio tras el ‘Desalivio’, un cante nada ligero llevado a los intensos terrenos de la seguiriya. La mariana de Garrido de Jerez, con la original guitarra de Caracafé, marca el contrapunto y los tangos de Triana su festera continuidad natural. El cierre llega con el ‘Pregón del miedo’ cantado también a palo seco. En él se produce una doble inversión: el tono lúdico del estilo se torna grave y, donde en principio se vende, ahora se compra: “compramos miedo”.
El tratamiento de la voz y del sonido mismo, los atinados apuntes de color del saxo, la presencia de una guitarra que, mas allá del acompañamiento tradicional, como hace en las soleares y la caña, apoya rítmicamente en todo momento son factores que concurren en una obra que no deja indiferente y que gratificará a quien se adentre en ella.