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Un Colegio Mayor en el centro ritual del flamenco

Todavía hay espacios donde la magia, el respeto y la veneración hacia el flamenco se cultivan, se cuidan y se miman. Pero además hay espacios, y estos son los imprescindibles, donde esa admiración se traslada a los más jóvenes, a aquellos que quizá no hubieran tropezado con el flamenco en su camino. Cuando esto sucede se asemeja a un ritual que sin palabras penetra en todos los presentes y como una red invisible y envolvente hace sentir el privilegio de conectar con esa hondura, desgarro, alegría y ternura que solo logran las grandes manifestaciones humanas. Por Rosa Pérez Riesco. Foto @zocoflamenco

Pues uno de los espacios claves en Madrid para sentir esa inmensidad emotiva, artística y cultural que representa el flamenco sucede en un Colegio Mayor años tras año, en el Isabel de España, donde cada edición de su veterano y prestigioso Festival Tío Luis, El de la Juliana consigue la conexión de público y artistas elevando esa sincronización a la categoría de momento inmenso.

Este año se han vivido tres jornadas de flamenco sincero, desnudo, intenso, del que solo se da en los espacios íntimos. La primera, protagonizada por Antonia Jiménez, con esa sensibilidad a la guitarra de los grandes intérpretes; muy bien acompañada por su grupo, especialmente cargadas de gracia, y genialidad Rosario Toledo, que se sale en el baile por alegrías; e Inma la Carbonera con ese torrente de voz de tierra. La segunda jornada con Francisco Hidalgo, un bailaor que hay que tener muy en cuenta, con gran personalidad y una fuerza escénica impresionante. Su propuesta es auténtica, un baile fascinante de remero mitológico que cuando menos te lo esperas tira de la cuerda y pone el cuerpo en el justo punto donde la tierra conecta con el cielo, en vertical, clavado, flamenco.

Antonia Jimenez, por Demetria Solana

Francisco Hidalgo por Demetria Solana

Rosario Toledano por Demetria Solana

Y la tercera, con Carmen Linares, que además recibió el Premio de este año. Carmen es mucha Carmen. Carmen Linares, la gran señora del cante, nos trasladó en una charla amena con el Maestro José Manuel Gamboa a toda esa época en la que una generación del cante entendió el significado del flamenco y lo poco que se valoraba en España en años tristes. Estos gigantes supieron trasladarlo y elevarlo, dignificarlo, hacerle un sitio de respeto para que más gente pudiera apreciarlo en toda su dimensión. Esta generación de cantaores, poetas e intelectuales, encabezada por Enrique Morente, conectó con la gente, con los jóvenes universitarios, con la cultura, dedicando parte de su trayectoria a rescatar a nuestros poetas, desde Miguel Hernandez a Juan Ramón Jiménez y cómo no, a García Lorca, recopilando también la base del flamenco, sus magníficas letras populares. Esta gente entendió desde el principio su significado y para trasladarlo tuvieron cómplices, aficionados bien situados en la Cultura y en la Universidad. Y este es el caso del Isabel de España, que, de la mano de Marisa Muñoz, su promotora y defensora, desde hace 66 años, ha programado flamenco sin descanso desde entonces, acercando al ámbito universitario lo más destacado de cada momento.

Carmen Linares, Marisa Muñoz, en el centro; Pilar Sanchez, Espín y alumnos del Colegio

La historia del flamenco de Madrid tiene en el Colegio Mayor Isabel de España un pilar sólido y duradero, por donde han pasado: José Menese, Enrique Morente, María Vargas, José de la Tomasa, Carmen Linares, José Mercé, Chaquetón, Vicente Soto, El Pele, Esperanza Fernández, Mayte Martín, David Lagos, Enrique Melchor, Serranito, Vicente Amigo, Juan Vargas, Pepe Habichuela, Alfredo Lagos, Carmen Cortés, Concha Jareño, Mercedes Ruiz o Blanca del Rey, entre otros muchos.

Como dice Marisa Muñoz, el Colegio ha sabido trasladar al ámbito universitario “lo que ya hacían poetas como Félix Grande, Manuel Ríos, Antonio Hernández, Ángel García, Caballero Bonald o Fernando Quiñones… hacer presente el flamenco en el mundo de las letras, del arte, del saber y del conocer, hacerle un hueco permanente en nuestro Colegio Mayor, hacerlo presente y vivo en el mundo universitario”.

Desde entonces ha sido fiel a esta tradición de dignificar el flamenco, de divulgarlo entre los más jóvenes, de situarlo y elevarlo al sitio que se merece: los más altos grados de la Cultura Patrimonial de la Humanidad. ¡Y por muchos años!

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