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“En el telar de la libertad, renació el nombre de Pineda”

 

Nace la danza sobre las tablas de un suelo frío que un día, hace ya tiempo, fue el espacio adecuado para hacer morir a cambio de crear vida. Desde ahora, como si su pasado pareciese desvanecerse, miles de almas diferentes estrenarán cada noche el patio de butacas del nuevo Centro de Danza Matadero, con el único objetivo universal que une el arte: el de sentirse libres. Texto: Natalia del Buey. Fotos: Demetria Solana (Pineda está representándose en Centro Danza Matadero hasta el 16 de febrero. Obra del Ballet Flamenco de Andalucía con la dirección de Patricia Guerrero).

Renace con una nueva forma la vida de la inolvidable Mariana Pineda. Un clásico literario e histórico que se entreteje entre nuevos cuerpos que la bailan, conscientes de su poder. Un relato que tantas manos, voces y mentes ha movido refleja hoy desde una mirada nueva su pulcritud. Como un absoluto calco de la realidad.

Tal y como quedó por escrito en Granada, la narración comienza con las melodías de un romance popular que cantan al personaje, entregándole así la categoría de heroína, como se cantaba en la antigüedad entre los versos de una gesta. Un romance que pronto parece fundirse con el grito que conecta y lleva hasta la realidad; el grito de un pueblo que clama con atrevimiento a su referente repitiendo en bucle las palabras que determinarán su final. Libertad. Ley. Igualdad. Bordadas para siempre en un pedazo de tela.

Y entre los barrocos trajes de época que se agitan descontrolados aparece Pineda, como un espejismo que hipnotiza y baila brillante acompañada del cuerpo de un amor imposible, el del revolucionario Pedro. El verde esperanzador de su traje, símbolo de una vida aún inocente y virgen, tiñe el comienzo de su relato, todavía desconocedor de la tragedia que acabará con sus sueños. Todos bailan a Pineda. Todos saben de Pineda, incluso los seguidores de la ley que descubren su misión. Huir de ellos, sin embargo, la fortalece. El verde que guiaba su limpio corazón se transforma en el morado que representa la lucha. Sus pasos se agigantan, se arrastran acompasados cuando se acercan y bailan junto a su amor. Pero se vuelven duros cuando huyen de la ley. Ambos, sin lugar a dudas, la hacen cautiva.

Así, la historia se convierte en un continuo juego que nos permite reflexionar sin pausa acerca de la libertad. El término con el que soñó hace cien años la pluma de García Lorca, escondido bajo el conflicto que lo equivale a su personaje, el que, en realidad, todavía ansiamos conseguir como el tesoro de la vida. ¿Es tan complejo ser libres? Es escena, dos caminos confunden a Mariana. El de la libertad se presenta dialogando entre los cuerpos que interpretan al pueblo. Parecen brillar, volar. Se mueven acompasados. Sin ataduras. No son pesados sino etéreos. Bailar los hace libres. En contraposición, el camino de la ley, un concepto que clausura a la verdad, se muestra sobre los cuerpos que dan nombre a la autoridad. Taconean fuertes y recios, seguidores del paso firme de quienes los lideran. En su interior, sienten dolor. Son prisioneros. Bailar los encadena. Pineda, entonces, deambula. Quiere sentirse libre pero es presa de sus acciones. El gran amor en el que un día confió la incita a bordar la bandera que ahoga su libertad. La lucha cesa. El morado se transforma en rojo, la sangre lorquiana. Pineda, abatida por las sombras, muere. La ley vence. La igualdad nunca estuvo. El amor termina con la libertad.

El poder de una palabra apaga los focos del nuevo teatro mientras, como un ángel, desaparece la heroína. Y aunque en su día venció la muerte, la libertad siguió luchando en su nombre. Y en el de Federico, quien dio con su vida valor a su significado. Y en el fondo, Mariana jamás murió, porque morir es sinónimo de olvidar y, tras esta noche, gracias a los brazos, pies y voces del Ballet Flamenco de Andalucía, ha vuelto a nacer. Como la danza sobre este nuevo espacio, haciéndonos sentir a las miles de almas diferentes, durante un tiempo, libres.

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