Paraíso de los negros es una coreografía flamenca que toma como savia propia la esencia del poema de Poeta en Nueva York de Federico García Lorca. Es una obra sobre la perpetua búsqueda de la felicidad. Pero explora los límites y las limitaciones humanas, que tomando la apariencia de inquietantes rostros, embarran y obstruyen el camino del derecho al Deseo. Esas presencias siempre líquidas e inasibles embargan el alma del libre albedrío. Son barreras que se imponen como una guillotina sobre el cuello de las utopías. También son imágenes, pensamientos y sentimientos que se levantan como murallas incontenibles para invisibilizar al Otro; el Otro como mi deseo y no como mi enemigo. Aquí, el principio lorquiano de libertad es un pájaro atrapado en una ramita untada de cola.
Paraíso de los negros está construida en torno a una coreografía, una música, un cante, una iluminación, una escenografía, un vestuario y un relato dramatúrgico sobre la tensión que generan los limites reales, ficticios, concretos, simbólicos y su consecuente violencia y agresión sobre la conciencia humana.
El ritmo de la obra busca el sosiego del equilibrio de la casa común deseada. Pero se inspira en la arritmia, las anomalías, el desorden y la asimetría que generan la angustia existencial que nos conduce a las personas a reivindicar la vida y la convivencia como nuestros derechos fundamentales inviolables.
Paraíso de los negros es una alfombra beduina ideada por viejas sabias. Los componentes éticos y estéticos que la estructuran están hilvanados por una connivencia semántica y emocional orgánicas. Esta connivencia profunda teje sus principios éticos y estéticos y las simbologías que le sirven de base, buscando siempre la anhelada armonía del Uno.