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El mantón de Manila, tradición, elegancia y flamencura

El mantón de Manila forma parte de la leyenda y la magia del flamenco. Protagonista de la escena, en la mayoría de los espectáculos el mantón de Manila forma parte de los números de habilidad y maestría, de destreza y belleza. Enorme pájaro de seda que rompe el aire con la fuerza y sentimiento del baile.  Su belleza y elegancia, su difícil manejo en el baile, supone el vuelo   para es una de las piezas más bellas utilizado en el baile flamenco. Hay piezas claves con baile de mantón, como la Soleá del mantón que ha inmortalizado Blanca del Rey y lo ha dejado como legado al Ballet Nacional de España, o la gira de despedida de Manuela Carrasco, en el que el mantón parece un pájaro en vuelo. Cuadro de Zuloaga «Baile gitano de Granada».

Historia

La historia de este pañuelón cuadrado de seda, decorado con bordados de flores, pájaros o fantasías, y rematado en todo su perímetro por flecos, comienza en China, y no en Manila, como  por su nombre se puede pensar.

A comienzos del siglo XVIII se puso de moda en el vestuario femenino en España e Hispanoamérica, entre las familias adineradas, pero pasó a lo largo de los siglos a ser muy popular entre las mujeres trabajadoras del siglo XIX.

Las cigarreras sevillanas de la Fábrica de Tabacos utilizaron los trozos de seda donde venían envueltos los fardos de tabaco y los bordaron introduciendo motivos coloristas y florales, así popularizaron esta prenda que comenzó a bordarse a mano en los pueblos cercanos a la capital sevillana.

Las decoraciones chinas de los mantones fueron sustituidas por motivos más locales; desaparecieron los dragones y las pagodas y aparecieron las rosas y los claveles. También fue en España donde se le añadieron los flecos. La moda pasó y dejó de utilizarse en el vestuario común, pero ha quedado como prenda imprescindible en el flamenco. De hecho, una hermosa expresión de baile se hace con el mantón.

Merece atención la extensa colección de Rosana de Aza, directora de La Casa de la Memoria en Sevilla, cuyas obras se han expuesto a modo de cuadros y que retratan la vida sevillana del siglo XIX. El más antiguo data de 1850, bordado con flores, aves del paraíso e incrustaciones de marfil.

 Baile con mantón

Manuela Carrasco y su impresionante baile con mantón. Foto @demetriasolana

Fue la escuela sevillana la que más fuerte apostó por el uso del mantón de Manila en el baile flamenco. Artistas como Pastora Imperio, La Niña de los Peines, La Macarrona, o Matilde Coral, utilizaron el mantón en sus coreografías y parte importante de los espectáculos. Su movimiento en manos de las bailaoras es una de las visiones más hipnóticas y bellas que puede ofrecer el flamenco a los espectadores. El uso del mantón le otorga belleza y elegancia al baile, siendo una de los elementos que más vistosidad le aporta. El mantón en el flamenco es considerado como una especie de extensión del cuerpo de las bailaoras, un elemento que genera movimiento de diversas formas, acentuando el compás dependiendo de los distintos palos.

Matilde Coral ha sido una de las grandes defensoras del mantón en su baile, creando un estilo bellísimo, que se imparte actualmente en su Escuela en Triana. Parte de sus enseñanzas han sido integradas en el Ballet Flamenco de Andalucía, cuyas coreografías con baile con mantón son uno de los espectáculos más vistosos y aplaudidos en sus representaciones.

Otra embajadora del mantón es Blanca del Rey, que en 2016 legó su creación más personal al Ballet Nacional de España, aportando sus conocimientos en el uso del mantón en el baile.  Con esta coreografía, Blanca del Rey, donó su más preciado legado artístico: su emblemática “Soleá del Mantón”, una joya inmaterial que trasladó en 2016 al Ballet Nacional de España, el cual lo ha integrado en su base de composiciones.

El mantón utilizado en el baile flamenco se sigue realizando en seda cosido con hilos también de seda, urdido en colores variados, siendo los más clásicos el negro y el marfil. Antes de trabajar la pieza, se realiza el dibujo sobre un papel y se perfora; luego se marcan con tizas las plantillas perforadas, dejando la marca en la tela que pasa al bastidor para proceder al bordado.

La pieza se cierra con los flecos, también de hilo de seda en base a una técnica de macramé. El flecado constituye una de las labores textiles más complejas y vistosas de la artesanía española.

Una de las artesanas más cotizadas en España es Ángeles Espinar, que tiene su taller en Villamanrique de la Condesa (Sevilla), con una larga tradición en el bordado y a la que otorgaron la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes por la conservación y difusión del bordado en el mantón, cree que el éxito de su trabajo está en tratar el mantón como un lienzo y crear en él. “Mi maestra de dibujo en bordado fue Pilar Mencos, una gran artista, con la que trabajé haciendo tapices, los mejores de España. Ella me enseñó mucho del colorido, me enseñó a teñir la seda, para extraer tonalidades y combinaciones únicas”.

Conservación y cuidado

El mantón de Manila necesita cuidados especiales para que perdure y sea un legado entre generaciones. Guardar estas joyas de seda bordada requiere un experto sistema de doblado, pero si se desconoce, se pueden colgar de una percha cubiertos o en un cajón sin doblar, dejándolos caer y cambiándolos de posición. También existen tubos acolchados de conservación donde el mantón queda enrollado entre dos telas de algodón de tamaño mayor, para evitar que el polvo acidifique la prenda.

El mantón de Manila es una de las más bellas obras de la artesanía española. Su uso se reinventa y permanece. Ligado al baile flamenco guarda ese aire romántico que lo puso de moda desde España hacia Europa e Hispanoamérica. Una prenda clásica, elegante identitaria y  universal, como nuestro flamenco.

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