Sara Calero y su equipo pusieron en pie un flamenco teatral y narrativo en Suma Flamenca 2025 con su estreno de Taberna Femme. Sara acompañada por Lucía Ruibal, Ana Arroyo y Carmen Moreno construían el espectáculo junto a la guitarra del tradicional sonido de Javier Conde y la voz flamenca, interpretada en sus múltiples variantes, de El Colorao. Texto Natalia del Buey. Foto @manjavacas
Un otoño más, Madrid se Suma al compás que se reúne en sus escenarios de colores para rendir homenaje a la gran música de España, el flamenco, esta vez desde su lema de tradición y vanguardia que no puede representar mejor la imagen de su querido Morente.
Viendo su cartelera se puede llegar a pensar que, en realidad, todo parece centrarse en ese lado más modernizado en el que los cuerpos, las voces y las melodías se buscan y se experimentan tratando sin descanso de construir una nueva forma de hacer flamenco.
Un arte que, aunque en ocasiones no lo parezca, no ha hecho más que cambiar, crecer, amoldarse al vaivén de la vida desde una libertad que parecía encerrada hasta la llegada de nuestro tiempo de ahora.
Es en esta vanguardia donde el espectador no deja nunca de descubrir, topándose con los rostros que creía conocer en otro estilo, y abriendo los ojos hacia lo que les nace, algo imprescindible para llegar a introducirse en este nuevo significado.
Bajo la fachada de un nombre que siempre va solo, de un nombre que dice moverse en un baile pero que se descubre en otro, Sara Calero se presentaba anoche como una artista diferente. Esta vez junto a sus otras, en formato de cuadro. Lucía Ruibal, Ana Arroyo y Carmen Moreno construían el espectáculo junto a la guitarra del tradicional sonido de Javier Conde y la voz flamenca, interpretada en sus múltiples variantes, de El Colorao.
La Taberna Femme nacía como un escenario teatral, poco relacionado con el flamenco, en el que se desarrollaba toda la historia. Una historia de elementos que dialogaban, como en una escena hecha por la dramaturgia, llevados por taconeos y bailes modernos, símbolos escénicos y diálogos tan naturales que resultaban improvisarse desde el desparpajo y el arte. Setenta minutos de estímulos que llevaron al público a aplaudir hasta cansarse al talento derrochado.
Al salir, ya en el silencio de la noche, el espectador se preguntaba y reflexionaba sobre lo vivido. Había sido divertido. Tal vez dramático. Pero, sin duda, a pesar de parecerse en su envoltorio a las danzas vanguardistas y modernas, había algo en ello de tradición, puesto que esta siempre está presente. En la base, en los sonidos, en los pasos de baile. Y ahí se produce su evolución.
Fue hace un siglo cuando los grandes del cante escandalizaban a los sabios del flamenco al introducir nuevas formas de hacer, y, con ello, fueron los predecesores de lo que hoy va más allá de todo. Quizás, en algo, este arte tiene en su origen lo tradicional, pero es evidente que es tan grande que se amolda a cualquier disciplina que se le acerque.
Sara Calero y su equipo pusieron en pie un flamenco teatral y narrativo. Mañana, enmarcado en el festival Suma Flamenca, será otro quien nos ofrezca su creatividad desde nuestra querida música, dejándonos ante una gran pregunta: ¿Es el flamenco actual una tradición vanguardista?