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Recordando a Marchena: un proyecto que nos enseña una lección de vida

Decía Sandra Carrasco ya empezado el espectáculo que Recordando a Marchena era una manera de vivir el duelo por la marcha de su padre. Y citando a su hija Candela, expresión de que los niños son siempre los mejores maestros, compartía con el público la reflexión que le había dejado sobre aquella pérdida: “él no se ha ido, él solo está al otro lado”. Por Natalia del Buey. Foto @DemetriaSolana

Tratando entonces de entender aquella afirmación inocente de una niña que todavía no conoce los sufrimientos adultos, los espectadores comenzaron a comprender que ellos también podían encontrarse a ese “otro lado”. Un lado más ficticio, la llamada “cuarta pared” en teatro, pero que todo podía encajar con la línea argumental de lo que estaba sucediendo. La historia de cómo una hija dolida por la ausencia se dejaba curar por la música de un admirado maestro Marchena, unión infinita con ese padre que esperaba “al otro lado”.

https://www.sandracarrascomusic.com/

Todo comenzaba con el respeto que se dejaba sentir a través del silencio de un público, que más que aficionado a los artistas se sentía casi familia suya, esperando a vivir el proceso de un momento tan doloroso. Y continuando la historia desde la perspectiva de una niña, la cantaora, acompañada de su fiel guitarrista David de Arahal, nos exponía como en un cuento la importancia de recordar. Mirándose a través de un espejo, símbolo del paso del tiempo a través de uno mismo, Sandra se transformaba en un personaje que mucho hablaba de su padre, en forma de vestimenta, y de ese maestro del cante eterno.

La historia avanzaba. Y ese duelo que se sentía frágil y frío comenzaba a transformarse en un abrazo cálido. El público, que continuaba expectante al otro lado, rompía un poco de esa separación con los artistas. Seguía ahí, en sus butacas, pero ahora acompañaba tímidamente a una Sandra que se dejaba cuidar por los que la rodeaban y que apartaba esa soledad. El foco se agrandaba y se desplazaba hacia los demás músicos, símbolo de que la herida de ese duelo solo podría curarse en compañía. Con la misma inocencia que la pequeña Candela transmitía aquel mensaje a su madre, los artistas mostraban la esperanza y las ganas de vivir a través de su música, como si de una medicina se tratase. Jugando como niños, conversaban entre miradas y notas la guitarra del gran David de Arahal, aún joven pero ya maestra, el chelo del maestro José Luis López, flotante y atrevido, y las palmas de los Mellis, cantoras y cómplices que respondían a cada cante de Marchena traducido por la voz de la cantaora.

El otro lado, el de los espectadores, era cada vez el mismo que el de los artistas. En el escenario ya no se hablaba desde el dolor, sino desde la alegría. Un público que acompañaba con el compás, y al que de vez en cuando se le escapaba algún jaleo, cesaba con esa cortina separadora del tiempo. Versionando por guajiras, hasta Cuba, dejando el manto del luto apartado, y cerrando el espectáculo por fandangos, la herida de Sandra parecía haber desaparecido. Y desde la improvisación, pero con un toque de esas casualidades bonitas, salía Candela a cantar con su madre. Como una artista ya consagrada. Recitando aquellos fandangos alegres que le había enseñado su madre, seguramente para explicarle todo lo que ella estaba viviendo.

Y entre las butacas, se sintió por un momento la compañía de alguien más. Quizás de aquel padre que nunca abandonó a su hija en este espectáculo creado por encargo suyo. Aparecido a través de la voz de Candela, luz de su madre. Observándolo todo, orgulloso, como decía la niña al comienzo, “desde el otro lado”.

https://zocoflamenco.com/entrevistas/sandra-carrasco-y-david-de-arahal-recordando-a-marchena-esta-siendo-un-proyecto-muy-especial-que-acabara-en-disco/

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