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LA GITANILLA

LA GITANILLA, DE MIGUEL DE CERVANTES

«Tomó las sonajas Preciosa, y dieron sus vueltas, hicieron y deshicieron todos sus lazos con tanto donaire y desenvoltura, que tras los pies se llevaban los ojos de cuantos las miraban, especialmente los de Andrés, que así se iban entre los pies de Preciosa, como si allí tuvieran el centro de su gloria. «

Celebramos el Día del Libro 2018 con «La Gitanilla», que pertenece a la colección de relatos breves que bajo el título Novelas ejemplares  escribió Cervantes a principios del siglo XVII. La Gitanilla se editó en Madrid por Juan de la Cuesta, en 1613.

LA GITANILLA

«Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de
padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser
ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos
como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.

Una, pues, desta nación, gitana vieja, que podía ser jubilada en la ciencia de Caco, crió una
muchacha en nombre de nieta suya, a quien puso nombre Preciosa, y a quien enseñó todas
sus gitanerías y modos de embelecos y trazas de hurtar. Salió la tal Preciosa la más única
bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera
hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la
fama. Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras
gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es
más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores
prendas que de gitana, porque era en estremo cortés y bien razonada. Y, con todo esto, era
algo desenvuelta, pero no de modo que descubriese algún género de deshonestidad; antes,
con ser aguda, era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza,
cantar cantares lascivos ni decir palabras no buenas. Y, finalmente, la abuela conoció el
tesoro que en la nieta tenía; y así, determinó el águila vieja sacar a volar su aguilucho y
enseñarle a vivir por sus uñas.
Salió Preciosa rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas, y de otros versos,
especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire. Porque su taimada abuela
echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos años y en la mucha hermosura de su
nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos para acrecentar su caudal; y así, se los
procuró y buscó por todas las vías que pudo, y no faltó poeta que se los diese: que también
hay poetas que se acomodan con gitanos, y les venden sus obras, como los hay para ciegos,
que les fingen milagros y van a la parte de la ganancia. De todo hay en el mundo, y esto de la
hambre tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no están en el mapa.
Crióse Preciosa en diversas partes de Castilla, y, a los quince años de su edad, su abuela
putativa la volvió a la Corte y a su antiguo rancho, que es adonde ordinariamente le tienen
los gitanos, en los campos de Santa Bárbara, pensando en la Corte vender su mercadería,
donde todo se compra y todo se vende. Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid
fue un día de Santa Ana, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho
gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano, gran bailarín, que las guiaba. Y,
aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco fue
enamorando los ojos de cuantos la miraban. De entre el son del tamborín y castañetas y fuga
del baile salió un rumor que encarecía la belleza y donaire de la gitanilla, y corrían los
muchachos a verla y los hombres a mirarla. Pero cuando la oyeron cantar, por ser la danza
cantada, ¡allí fue ello! Allí sí que cobró aliento la fama de la gitanilla, y de común
consentimiento de los diputados de la fiesta, desde luego le señalaron el premio y joya de la
mejor danza; y cuando llegaron a hacerla en la iglesia de Santa María, delante de la imagen de
Santa Ana, después de haber bailado todas, tomó Preciosa unas sonajas, al son de las cuales,
dando en redondo largas y ligerísimas vueltas, cantó el romance siguiente:
-Árbol preciosísimo
que tardó en dar fruto
años que pudieron
cubrirle de luto,
y hacer los deseos
del consorte puros,
contra su esperanza
no muy bien seguros;
de cuyo tardarse
nació aquel disgusto
que lanzó del templo
al varón más justo;
santa tierra estéril,
que al cabo produjo
toda la abundancia
que sustenta el mundo;
casa de moneda,
do se forjó el cuño
que dio a Dios la forma
que como hombre tuvo;
madre de una hija
en quien quiso y pudo
mostrar Dios grandezas
sobre humano curso.
Por vos y por ella
sois, Ana, el refugio
do van por remedio
nuestros infortunios.
En cierta manera,
tenéis, no lo dudo,
sobre el Nieto, imperio
pïadoso y justo.
A ser comunera
del alcázar sumo,
fueran mil parientes
con vos de consuno.
¡Qué hija, y qué nieto,
y qué yerno! Al punto,
a ser causa justa,
cantárades triunfos.
Pero vos, humilde,
fuistes el estudio
donde vuestra Hija
hizo humildes cursos;
y agora a su lado,
a Dios el más junto,
gozáis de la alteza
que apenas barrunto.
El cantar de Preciosa fue para admirar a cuantos la escuchaban. Unos decían: »¡Dios te
bendiga la muchacha!». Otros: »¡Lástima es que esta mozuela sea gitana! En verdad, en
verdad, que merecía ser hija de un gran señor». Otros había más groseros, que decían:
»¡Dejen crecer a la rapaza, que ella hará de las suyas! ¡A fe que se va añudando en ella gentil
red barredera para pescar corazones!» Otro, más humano, más basto y más modorro,
viéndola andar tan ligera en el baile, le dijo: »¡A ello, hija, a ello! ¡Andad, amores, y pisad el
polvito atán menudito!» Y ella respondió, sin dejar el baile: »¡Y pisarélo yo atán menudó!»
Acabáronse las vísperas y la fiesta de Santa Ana, y quedó Preciosa algo cansada, pero tan
celebrada de hermosa, de aguda y de discreta y de bailadora, que a corrillos se hablaba della
en toda la Corte. De allí a quince días, volvió a Madrid con otras tres muchachas, con sonajas
y con un baile nuevo, todas apercebidas de romances y de cantarcillos alegres, pero todos
honestos; que no consentía Preciosa que las que fuesen en su compañía cantasen cantares
descompuestos, ni ella los cantó jamás, y muchos miraron en ello y la tuvieron en mucho.
Nunca se apartaba della la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y
traspusiesen; llamábala nieta, y ella la tenía por abuela. Pusiéronse a bailar a la sombra en la
calle de Toledo, y de los que las venían siguiendo se hizo luego un gran corro; y, en tanto que
bailaban, la vieja pedía limosna a los circunstantes, y llovían en ella ochavos y cuartos como
piedras a tablado; que también la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida.
Acabado el baile, dijo Preciosa:
-Si me dan cuatro cuartos, les cantaré un romance yo sola, lindísimo en estremo, que trata de
cuando la Reina nuestra señora Margarita salió a misa de parida en Valladolid y fue a San
Llorente; dígoles que es famoso, y compuesto por un poeta de los del número, como capitán
del batallón…»

…. La Gitanilla, de Miguel de Cervantes. Seguir leyendo: https://miguelde.cervantes.com/pdf/La%20Gitanilla.pdf

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