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‘Solo de guitarra’, poema inédito de Velázquez-Gaztelu, dedicado a Juan Habichuela

José María Velázquez-Gaztelu dedica a los lectores de Zoco Flamenco este poema inédito «SOLO DE GUITARRA» es un poema inédito, dedicado a Juan Habichuela. El poema fue leído por el autor en el concierto de la serie La música de los espejos, e ilustrado por Miguel Poveda con un cante por seguiriyas con la guitarra de Juan Carlos Romero. (Madrid, 2 de marzo de 2009). Dibujo de Damián Martínez Guijarro

 

Solo de guitarra

Hoy me llama Juan, el guitarrista Habichuela,

y me dice que se encuentra enfermo gravemente,

que un tumor cerebral se le extiende a la garganta,

irreversible y cruel, y siente el apremio de volver y refugiarse

en su tierra, que es Granada, donde vieron la luz sus ojos y dio los iniciales

pasos por las cuevas del lejano Sacromonte.

 

Antes de marcharse quiere Juan hablar de su existencia,

que presiente tan breve como frágil.

Está solo en un piso pequeño a las afueras

de Madrid, rodeado de cosas cercanas y queridas,

que ya me mostrará, y me dice que no hay en este mundo

un artista flamenco que guarde más recuerdos,

más vivos documentos que estimulen la memoria

de épocas perdidas u olvidadas, desvelando

los secretos de gentes y de él mismo, la huella que dejaron,

en fechas ya omitidas por la historia,

viajes y escenarios, desencuentros y traiciones,

amores en remotos aeropuertos, pasiones tan fugaces como el viento

en países apartados a donde nadie viajaría.

 

Aunque Juan también requiere liberarse de algo que lo turba,

y que yo levante acta en una larga

entrevista a modo de sincero y minucioso testamento.

A través de sus palabras adivino que se trata de un dolor que lo tortura,

que lo tiene constreñido, dañado en lo más hondo y que ha llegado

la hora de arrojar fuera de sí esa aflicción insoportable,

que ha crecido demasiado.

 

Pero Juan vuelve a llamarme al poco tiempo por medio de un amigo

común y me propone diferir la cita ya acordada

hasta otro día, otro momento sin fecha, ni hora, ni lugar.

Y ahí queda el impulso perentorio, lo que pocas horas antes precisaba

de la urgencia y la consumación.

 

De esta forma, el decano mayor de la guitarra,

maestro y músico eminente, ha decidido que no hay que adelantarse

a lo ya determinado, que la fruta del mal siga cayendo

por su propio y feroz peso y lo que vaya a suceder se cumpla

con el tiempo que el destino le ha asignado desde siempre.

 

 

 

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